La noche que conocí a Scarlett Johansson
La
noche que conocí a Scarlett Johansson
-
!!Esto es lo que buscaba!!! ¡Esto es lo que me gusta!!!
La
pequeña tiraba del brazo de su padre mientras lo arrastraba
señalando el expositor de la tienda
Caminaban
esquivando viajeros por la terminal unos pasos por delante de
nosotros que, por el contrario, avanzábamos en línea recta. Una
silla de ruedas en la muchedumbre tiene el mismo efecto que Moisés
separando las aguas del mar Rojo.
El
anciano era hombre de pocas palabras y su estado de salud no era
preocupante por lo que auguraba un viaje no demasiado complicado.
Corría 2007 y era mi primera vez. Iba a estrenarme a lo grande. Un
padre divorciado y con hijos tiene demasiadas estrecheces económicas
como para rechazar una oportunidad como esta. Mi amigo Ángel solía
encargarse de estos traslados internacionales y estaban bien pagados
pero en aquella ocasión le había coincidido con otra actividad.
Carla, italiana. Se trataba, por tanto, de recoger al paciente en la
MAPFRE
de Barcelona y embarcar en
un vuelo de American Airlines hasta Nueva York, donde
nos recibiría la familia.
Así
que allí estábamos en El Prat a punto de subir al avión.
Antes
de embarcar me aseguré
que el anciano se encontrara cómodo. Llevaba una manta de viaje
sobre las piernas y la temperatura era algo calurosa. Sin embargo, el
Justino
prefirió mantenerla y agradeció con una sonrisa.
La
pequeña y su padre entraban
delante de nosotros. Ella intentaba contar una historia de hadas y
unicornios a su padre que, disimuladamente, se encontraba hipnotizado
con la rubia que aguardaba delante de ellos. Una chica de unos 20
años con vaqueros y camiseta ajustados, mochila
y gorra de béisbol recogiendo
la melena en una cola de caballo.
La niña tiraba de la mano de su padre intentando sacarlo del
encantamiento sin éxito.
En
diez minutos nos
encontrábamos en nuestros asientos de primera clase. Acomodé
a Justino con varios almohadones y comprobé discretamente que la
bolsa colectora de la sonda urinaria no estaba demasiado llena. Bebió
agua de su botellín y le limpié la baba con un pañuelo de papel.
La
rubia de la cola tenía su asiento justo al lado de nosotros. Era
particularmente llamativa por sus curvas, por lo ajustado de su ropa
y por la blancura de su piel. Incluso en el interior del avión
mantenía las gafas de sol y la gorra. Se hacía raro ver a una chica
tan joven y desenfadada en primera clase, donde la mayoría de los
viajeros parecían ejecutivos o jubilados de alto standing.
Saludó
al sentarse y sentí como nos observaba mientras terminaba de
acomodar a Justino, lo cual me turbó ligeramente. Cuando por fin me
senté, ella ya estaba en posición fetal abstraída con los
auriculares y su mp3.
El
avión despegó y nos dispusimos a afrontar las casi nueve horas de
viaje que teníamos por delante.
Emitían
Hitch en
versión original e intenté concentrarme en la comedia. Sin embargo
no podía evitar distraerme con el canturreo de la rubia.
Summertime,
And
the livin' is easy
Fish
are jumpin'
And
the cotton is high
Tenía una bonita y dulce voz, aunque algo grave para lo que se podía esperar. Cuando imitó a Juanes (me enamora, que me hables con tu boca me enamora) mostró un gracioso acento inglés americano que no le impedía pronunciar correctamente. La miré y sonreí al escucharla y debió coincidir con un momento de apertura de ojos porque sonrió también desde detrás de sus gafas de sol. Su sonrisa era deliciosa.
Intenté
concentrarme de nuevo en las clases de seducción de Will Smith, y
pensé que no me
vendrían mal un par de consejos en aquel momento.
Pedí
que le sirvieran la cena a Justino, en primer lugar, para luego poder
cenar yo tranquilamente. La aseguradora se había encargado de
reservar una dieta hipocalórica para él por
su diabetes y hay que decir que el pescado hervido con judías verdes
no tenía mala pinta. Pacientemente fui acercando a su boca los
pequeños trozos de pescado y verdura dando tiempo a que los
masticara. Cuando acabó revisé la bolsa colectora. Estaba casi
llena, así que cubrí con una sábana sus piernas y procedí al
cambio discretamente. Pedí mi cena y fui al cuarto de baño a vaciar
y tirar la bolsa.
Cuando
regresé la rubia estaba empezando a cenar y justo en ese momento me
sirvieron
el
primer plato, crema de puerros.
-
Enjoy the dinner – dijo la rubia justo en la primera cucharada.
-
Thanks, also – respondí, con una tímida sonrisa
-
¿Es su padre? - preguntó en un aceptable castellano
-
Señorita, si no me tutea prometo lanzarme del avión en pleno vuelo
y sin paracaídas y mi paciente hará sólo el resto de la travesía.
No creo que quiera llevar ese peso sobre su conciencia.
Sonrió
y bajó sus gafas de sol mirándome de reojo. Acabó por quitárselas,
las guardó en su mochila y me tendió la mano derecha.
-
Me llamo Escarlata De Juan, mucho gusto – se presentó
-
Y yo me llamo Juan sin Escarlata. Es un complementario placer –
dije estrechando su mano - ¿Eres cantante?
Ella
rio.
-
Digamos que voy a tener la oportunidad de intentarlo ¿Lo hago bien?
-
Compraré tu CD sin dudarlo – dije
procurando,
sin éxito, no babear en exceso.
-
Aún no hay CD pero me alegra saber que tendré un fan. ¿Entonces el
señor es tu paciente? Le tratas con mucho cariño.
Le
expliqué en qué consistía mi misión con Justino y a qué me
dedicaba en realidad. Recliné su asiento y
lo acomodé para dormir. En el aseo cepillé la dentadura postiza y
la puse en un bote con tapón de rosca y colutorio. Regresé al
asiento y me acomodé.
Escarlata
escuchaba música de nuevo, acurrucada en su asiento. Al verme llegar
se incorporó y se quitó los auriculares.
-
¿Visitaste
España por turismo? - pregunté
Ella
apartó un momento la mirada y luego respondió
-
He estado haciendo un trabajo en Barcelona. Ya ha terminado
-
¿Un trabajo musical? - insistí –
-No
– y bajó mirada como avergonzada – Aún no me dedico a la
música. Tengo otras actividades -
Hizo
una pausa en la que entendí que no quería hablar mucho de ella.
Luego preguntó.
-
¿Tienes hijos?
Asentí
y, antes de poder hablar interrumpió
-
Pero no llevas anillo….
Le
expliqué mi situación y estuve un buen rato hablando de mis hijos.
Lejos de aburrirla parecía entusiasmada. Rió con “El increíble
caso de los niños voladores” y con “La Natividad según mi
familia”
-
Alguna vez me gustaría ser madre – dijo, melancólica
-
Tienes todo el tiempo del mundo
-
No
lo se. Espero encontrar a alguien a quien le brillen los ojos como a
ti al hablar de sus hijos – respondió, ya con los ojos medio
cerrados
Emitían
ahora Big
Fish.
-
Me encanta Tim Burton – le dije
-
¿Te gusta el cine? - preguntó
-
Mucho. Veo todo
lo que puedo – respondí
Me
miró fijamente.
-
No creo que veas tanto cine
como dices – replicó sonriendo, volviendo la mirada hacia su
pantalla, y añadió – Ewan es un buen tipo.
-
Sí he visto varias películas suyas – respondí
-
Ya, pero no creo que hayas visto The
Island.
-
Sí, sí, la he visto. No está mal.
Me
miró incrédula y negó con la cabeza
-
No puedo creer que hayas visto The
island
Y
se volvió de nuevo hacia la pantalla. Quedé
un poco perplejo pero no quise preguntar. Ella volvió a mirarme con
cara de asombro.
-
Voy
a dormir un rato – dijo, acurrucándose – Espero que puedas
dormir. Hasta mañana.
Quedé
algo extrañado por su reacción pero
recliné mi asiento. Justino dormía plácidamente y la bolsa
colectora de su sonda estaba a un tercio de su capacidad. Cerré los
ojos y me dispuse a echar una cabezada. Ayudé
a Justino a cambiar de postura aprovechando un par de ocasiones en
las que despertó. Escarlata dormía plácidamente. Emitían un
documental acerca del origen de los apellidos. Se
podían clasificar, la mayoría, en patronímicos, que eran los que
procedían de un nombre propio, (a veces con un sufijo que significa
“hijo de” como -ez), toponímicos, procedentes de poblaciones o
gentilicios, nombres comunes de la fauna, flora o paisaje del lugar
de origen, profesionales, referidos a los oficios que se
desempeñaban, o descriptivos, siendo estos calificativos o apodos.
No
podía dormir y me quedé viéndolo. Era cierto, los apellidos
españoles obedecían a esos patrones, Rodríguez hijo de Rodrigo,
Fernández de Fernando, etc. Cada país tenía los suyos. El -escu de
los rumanos, -ov de los búlgaros, -enko de los rusos, -ovski de los
polacos, -ini de los italianos, -sen de los daneses, -sson de los
suecos, -son de los ingleses y
así con todos,
Por
ejemplo, del nombre Juan, existen los Ivanov, Johnson, Jonsen,
Ionesci, Yiannopoulos, Johansson, Yanovski, Giannakis, Giannini. Lo
curioso era que en España el apellido Juánez era poco común.
Algo
más común era De Juan.
Miré
a Escarlata. Había dicho que Ewan McGregor era buen tipo. Se asombró
de que hubiera visto The
Island.
Johansson.
Scarlett.
-
Soy imbécil – pensé.
La
convicción de que este tipo de cosas a mí no me pasan había
eliminado de mi cerebro la idea de que Escarlata pudiera parecerse a
Scarlett. La miré de nuevo. Dormía con la misma dulzura que
Charlotte
en Lost
in traslation.
No
pude pegar el resto del viaje. Justino despertó y fui al aseo a
vaciar su bolsa colectora. Al regresar, Scarlett ya estaba despierta.
-
Buenos días – sonrió.
-
Buenos días – respondí, y me senté si dejar de mirarla.
-¿Qué
me miras?¿Tengo marcas en la cara? - dijo, alisándose la piel del
rostro con energía mientras reía.
-
Sé quién eres – respondí
-
¿Ah, sí? ¿Quién soy? - me retó con una coqueta sonrisa
-
Eres Charlotte,
Griette,
Meg, Nola, Jordan Dos Delta, Sarah… -
dije, enumerando sus principales personajes.
-
Y Cristina
– añadió
– Vengo de rodar en Barcelona con Woody Allen.
-
Estuviste genial en Match
Point.
Bueno, ¡¡¡estás genial siempre!!! -
Me
sentía patético, babeando delante de aquella muchacha como un
fanático y, sin embargo, tenía la convicción de que merecía cada
una de mis babas.
-
¿Cómo es que viajas sola? - pregunté, mientras servían el
desayuno.
-
Afortunadamente no soy tan famosa. Si visto como me gusta, paso
desapercibida y puedo permitirme huir de los focos. Ser normal –
explicó.
Seguimos
hablando animadamente en tanto ayudaba a Justino con su desayuno e
incluso me ayudó a acomodarlo para el aterrizaje.
-
Ha
sido un placer conocerte, aunque tú a mí no me conocieras – dijo
con una cómica mueca, alzando una ceja.
-
Me encanta ese gesto – dije – Para mí no ha sido un placer. Ha
sido un sueño.
-
Fíjate bien si vuelves a ver una película mía. Cuando haga este
gesto será un saludo para ti – y me guiñó un ojo como despedida.
Así
que, por mucho coraje que os dé, sabed que cuando Natasha
Romanoff o Lucy han
hecho ese gesto en la pantalla, me estaba saludando. Por eso, y por
otras cosas que no cuento, ella es mi Scarlett
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