Pausa
Nada le gustaba más
que apagar las luces, enredarse en una manta y ver una película de
miedo en el salón. Preparó una humeante taza de te y conectó el
pendrive al reproductor para visionar la que había descargado. Era
una recomendación expresa de su monitor de Body Pump y, aunque sólo
fuera por tener tema de conversación con él, merecía la pena
echarle un vistazo.
Un tipo
completamente vestido de negro, con un pasamontañas en la cabeza y
con un sacacorchos en el bolsillo de la chaqueta circulaba por la
ciudad durante la noche. Una escena demasiado larga que parecía no
llevar a ningún lado. Dio un sorbo al te y consultó el móvil para
ver si había mensajes. Volvió a taparse con la manta hasta la nariz
cuando algo en la imagen le resultó familiar. Las casas, la calle
por la que circulaba el tipo del pasamontañas, estaban a tres
manzanas de la suya. La película estaba rodada en su misma ciudad.
Se incorporó en el sofá, dando otro sorbo al te y se fijó con
atención. El coche doblaba a la izquierda y embocaba la
perpendicular a su calle. Se paraba en el ceda el paso y atravesaba
la calle paralela a la suya. Al llegar a la bifurcación, giró a la
derecha y se detuvo justo en su puerta. Sintió un escalofrío. Era
absurdo que estuviera viendo todo eso en una película descargada de
internet, pero lo cierto era que lo estaba presenciando. El tipo
bajaba del coche y se aproximaba hacia su puerta. Extraía una ganzúa
y manipulaba la cerradura. Efectivamente, oyó en su puerta como
alguien hurgaba en la cerradura con un objeto metálico. Soltó un
grito. Y aunque resultara incomprensible, en vez de huir, no podía
retirar su mirada de la imagen. El tipo ya estaba dentro de la casa y
caminaba por el pasillo como si la conociera. Ella misma podía
escuchar los pasos en el corredor. El tipo entraba en el salón y
allí estaba ella, de espaldas, mirando a la pantalla de la
televisión, incapaz de volverse. El intruso se quitó el
pasamontañas. Era su monitor de Body Pump. Extrajo el sacacorchos
del bolsillo de la chaqueta y se aproximó hacia ella. Gritó con
todas sus fuerzas. Su grito sonó por duplicado, en directo y por
televisión. Cuando su monitor estaba punto de introducir el
sacacorchos por su oreja izquierda, ella acertó a pulsar el botón
de pausa. Ambos quedaron inmóviles. La imagen congelada. Pero
recordó que, pasados cuatro minutos en pausa, el aparato siempre
seguía la reproducción
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