sábado, octubre 26, 2024

Gustavito

 En una desvencijada casa en el punto más alto del pueblo, Oliveria cuidaba a su nieto todas las tardes ,ya que su hija y su yerno trabajaban en jornada partida. Gustavito se había convertido en un pequeño monstruo, obeso y malcriado. Obeso, porque la única actividad que realizaba, aparte de aporrear inmisericordemente el piano de su abuela durante la hora de la innegociable telenovela, era comer los dulces, bollos y pasteles que esta le preparaba para merendar. Malcriado porque, hiciera lo que hiciera, nunca era castigado. 

—Pobrecito, qué pena... —solía decir Oliveria cuando su hija la reprendia por no corregir a Gustavito. 

Una tarde, cuando Gustavito ya había alcanzado los ciento cincuenta kilos, y en el último episodio de la serie, el niño se disponía a maltratar el viejo piano cuando Oliveria le propuso que fuera a la tienda a por cacao en polvo. Dada la agilidad del muchacho y la distancia del establecimiento,  no regresaría hasta que concluyera su programa.

El niño accedió a regañadientes y, al salir, los peldaños de madera quebraron. Gustavito rodó ladera abajo y dicen que días más tarde llegó al mar, por el que flotó, y flotó hasta dar la vuelta al mundo.