jueves, octubre 03, 2024

Poison

 Cuando el juez de guardia procedió a levantar lo que quedaba del cadáver de Felipe, Matilde se vio forzada a realizar la mejor actuación de su vida. Habría estado feo dar saltos de alegría y, cuanto menos, habría resultado sospechoso.

Matilde se limitó a fingir un llanto exagerado y a no pronunciar palabra. Afortunadamente, la policía judicial no había reparado en las agujas tipo butterfly, las benzodicepinas y el cloruro potásico que había en el botiquín. La flamante viuda no sólo había salvado la vida por los pelos. Se había ahorrado narcotizar a su difunto esposo e inyectarle altas dosis de potasio hasta pararle el corazón y simular así un suicidio por ingesta de fármacos. 

Contactó con una empresa de limpieza para que se encargara del desaguisado del baño y reservó una habitación en el mejor hotel de la ciudad. Pidió una botella de champán y disfrutó relajadamente del jacuzzi. Mientras se secaba, reparó en el pequeño y discreto tatuaje que lucía en su cadera derecha. Un pequeño tarro de veneno en el que podía leerse "Poison". Marcó un número de teléfono.

—Marcos. Estoy en la 756 del Imperial. Te espero esta noche. Me he quitado un peso de encima.