1. Lo bailao.
Y un día, sin comerlo ni beberlo,
vinieron a quitarnos lo bailao.
Cerraron hasta el último tablao,
que aún tenía rumbas de estraperlo.
Algunos fueron viejos de repente
y el ritmo pereció junto a la amnesia.
A veces, una leve parestesia
corría por sus pies tímidamente.
Salían a la calle cada día,
ajenos a cualquier coreografía
que el viento sugiriera por despiste.
El mundo no volvió a ser como antes;
las mismas situaciones delirantes,
igual de demencial, pero más triste.
2. Astronauta
Despierto y no es un día diferente.
Me enfundo mi uniforme de astronauta.
Allá en el exterior, la misma pauta:
vacío existencial, codicia, gente....
Se acerca la alienígena de enfrente.
Me pide algo de sal, la muy incauta.
Tampoco sonará esta vez la flauta.
Se va con mi salero muy sonriente.
Escapo del contorno de la Tierra,
unido por un cable con mi perra
que suele defecar por el camino.
Descifro algún pueril mensaje en clave
que leo en la pantalla de mi nave,
en tanto se me asigna otro destino.
3. El mundo y tú
El mundo, encaminado al cataclismo
y yo descafeinando mis tostadas;
la vida nunca ha sido un cuento de hadas
y el éxito es tan solo un eufemismo.
El mundo enamorado del abismo
y yo no le hago caso a tus llamadas;
me pillan con las manos ocupadas
y sé que van a ser más de lo mismo.
El mundo estalla y yo me siento inerme
si sé que al despertar vendrás a verme
preñada de hecatombe en el semblante.
El mundo en un pis pas va a hacerse añicos
y tú me das tan fuerte en los hocicos
que todo es, cuanto menos, inquietante.
4. El princeso y la rana
Yo siempre fui un princeso un poco lacio,
con porte desgarbado y con acné,
con falta de autoestima y poca fe,
que andaba en los jardines de palacio.
Un día en una charca vi un batracio,
y firme y decidido, lo besé,
volviéndose una chica sin corsé
con solo unos pendientes de topacio.
Postrado ante la dama, genuflexo,
me dijo que era un tanto adicta al sexo
y al verme allí a sus pies, tenía ganas.
Me fui de aquel jardín despavorido,
con roncus de laringe y sarpullido
pues supe que era alérgico a las ranas.
5. Dubitativo
Perdido entre un "¿quién sabe?" y un "quizá"
y en pleno laberinto de un "tal vez",
un día me apresó la madurez
haciendo un crucigrama en el sofá.
Pendiente de un quimérico "ojalá"
y a rastras de mi fiel testarudez
vendrá a merodearme la vejez
mostrando con su dedo el más allá.
Atado a un "es posible" o "es probable"
el fin de mi existencia miserable
será la exaltación de un sinsentido.
Con dos metros de tierra bajo un "puede"
me temo que ahora sí que no procede
llorar por una vida que no ha sido.
6. Ángeles y demonios
Edenes hay lo menos mil quinientos
e infiernos, si me apuran, otros tantos;
los ángeles bostezan somnolientos
y cobran por mostrarnos sus encantos.
A veces los demonios son violentos
(tampoco los humanos somos santos);
si pierden un concurso de talentos
se sumen en profundos desencantos.
Nosotros, mientras tanto, subsistimos
buscando quien nos haga un par de mimos,
ya sea en el infierno o el edén.
Cogida la moral con imperdibles
y a pique de fundirnos los fusibles
nos cuesta distinguir el mal del bien.
7. Adiós
Se marcha el inquilino de la arena,
el nómada de chanclas y after sun,
el ávido Predator del atún,
el cruel conquistador de playa ajena.
Se marcha el invasor de la quincena
el pelma de raciones al tuntún,
el Homo Cadavéricus Común
que viene a inocularse el sol en vena.
Se marcha el salmonete achicharrado,
el símbolo oficial del gran quemado
con signos de abrasión hasta en el pene.
Se marcha el caminante del solsticio,
nos brinda por un tiempo un armisticio
y jura que vendrá el año que viene.
8. Mi viaje
Cansado del azar y del destino
salí a reconquistar otro paraje
inhóspito, selvático y salvaje,
y di contra la tapia del vecino.
Salté esa leve piedra en el camino
y habláronme en insólito lenguaje;
hui por la compuerta del garaje
al verle un aspaviento viperino.
Hay cosas repentinas que me afligen,
como es la reacción del aborigen
encima que venía en son de paz.
Volví a mi domicilio y mi costumbre,
tan lleno de amargura y pesadumbre
que ya jamás he vuelto a ser audaz.
9. El juicio
Con una cicatriz en la garganta
herida por sus neuras y sus nudos,
oraba ante un clamor de sordomudos
que hundían la testuz bajo la manta.
Sentí que la exigencia no era tanta
pues supe que detrás de los escudos
había sangre y músculos desnudos
en una penitencia sacrosanta.
Solté con desahogo mi alegato
perplejo porque no aplaudió ni el gato
al ver a la Justicia sin la venda.
Parece que tampoco fue tan mal,
absuelto tras el juicio universal,
sin un intercesor que me defienda.
10. En obras
Destrozo mis cimientos a mazazos
con una excepcional delicadeza
y sé que es más profunda la limpieza
si son más diminutos los pedazos.
Me encuentro en el proceso un par de abrazos
y alguna timidísima certeza
que afloran más allá de la corteza
debajo de unos cuantos arañazos.
También identifico con asombro
revuelto entre la escoria de mi escombro
un lánguido y agónico organismo.
Observo que el sujeto está con vida,
que sangra todavía de una herida
y puedo comprobar que soy yo mismo.
11. El vasto mundo
Cuarenta mil kilómetros de mundo,
desiertos de extensión descomunal,
océanos de anchura colosal
a cuál más tenebroso y más profundo.
Mesetas, cordilleras y montañas,
ciudades sobre todo el continente,
insectos, animales, peces, gente
y al menos, que se sepa, dos Españas.
Colegios, parlamentos, almacenes,
vehículos, aviones, barcos, trenes
que campan a sus anchas por ahí.
Doctores, farmacéuticos, soldados,
millones de individuos despistados
y el pájaro se caga sobre mí.