La ley de mercado
Tus pálpitos no estaban de alquiler,
mi pobre corazón no estaba en venta;
mercabas con perfume de mujer
y yo no cotizaba en esa cuenta.
Le di tres cuartos del alma a Lucifer
por una trasnochada Cenicienta;
el resto la guardé en mi neceser
y ahora sobrevive de la renta.
La Virgen de los Crónicos Dolores
cotiza en el mercado de valores
y endosa sus acciones a la baja.
Jamás nuestro jamás duró tan poco
y el mundo consiguió volverse loco
con esta obstinación en hacer caja.

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