Mazinger
Y Mazinger, tristón y alicaído
bebía melancólico y maltrecho;
aquel que no se daba por vencido
se helaba sin el fuego de su pecho.
La zeta lo azotaba, zaherido,
zurciendo la zozobra de su lecho,
y el fuego en su mirada, ya fundido,
fulgía en una chispa de despecho.
Con Koji atrincherado en su cabeza,
andaba por la séptima cerveza
ansiando la llegada de Afrodita.
Soñaba con su amor color de rosa
ajeno a que Sayaka, desdeñosa,
podía, pero no acudió a la cita.

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