Minority Report
La Unidad de Policía Científica de Albacete había desarrollado un programa basado en inteligencia artificial para prevenir homicidios. El inspector Calleja, gran cinéfilo y admirador de Minority Report, pretendía predecir la comisión de asesinatos y plantarse en menos de lo que canta un gallo en el lugar de los hechos para evitarlo y salvar a la presunta víctima. Para ello, habían llenado de cámaras la ciudad, habían entrelazado las bases de datos de reconocimiento facial y los movimientos de las tarjetas de crédito. Una IA analizaba en tiempo real las actitudes, gestos y dinámicas de los viandantes, llegando a predecir con alto porcentaje de acierto la inminencia de una muerte violenta.
La alarma saltó aquella mañana. Saturnino Romerales, de cuarenta y siete años, casado y en paro, había atravesado la ciudad de punta a punta para comprar un cuchillo, una pala y un saco de cal viva.
Todas las unidades salieron a toda velocidad, temiendo encontrarse la enésima escena de violencia de género.
Agolparon los zetas en la puerta de la vivienda, destrozaron la puerta a su paso y contemplaron aterrados como Saturnino había deshuesado el pollo, plantado el peral y encalado el patio, como le había encargado su esposa.
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