Debería volver a fumar
No debe de tener más de cincuenta
y, en cambio, guarda un siglo en la mirada.
Su mano, sin anillo de casada,
sujeta la infusión de té con menta.
Es guapa. No parece darse cuenta.
La observo y tiene pinta de cansada.
El mundo la contempla allí sentada
pero ella no se muestra muy contenta.
Me dice que si tengo un cigarrillo.
Me toco como un bobo en el bolsillo
y acabo respondiendo que no fumo.
Quisiera proponerle media vida.
Por contra, en una breve despedida
la dama se disipa como el humo.

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