El misterio del Gran Asia (capítulo 5 y final)
— — Por supuesto — respondió perplejo.
— — ¿Cuál es tu primer recuerdo, entonces? — preguntó su hijo, tranquilizador — ¿Recuerdas tu infancia? ¿Recuerdas cuando nací? ¿Recuerdas a mamá? ¿Recuerdas cuando murió?
Durante unos instantes se sintió confundido. Sin duda recordaba todo eso, solo que con el estrés de la vida diaria no mantenía nítidos los momentos.
— — Sé que soy tu padre ¿no es suficiente?
Se revolvió como un felino enjaulado. Se vio a sí mismo en Eurodisney, con su hijo, haciendo turismo por París. Era lo más lejos en el tiempo que podía retroceder. Luego se vio cargando una máquina lavarropa que se había oxidado. Labores domésticas. Trabajo en la oficina. Enfermedades. Cuidado de sus hijos. No había vuelto a disfrutar de descanso.
— — No exactamente, papá — respondió su hijo.
Miró al hombre idéntico que le acompañaba que se vio obligado a intervenir.
— — Eres mi clon. Al morir mi esposa me fue imposible sobrellevar el cuidado de los niños, el trabajo y mi cáncer de pulmón. Necesitaba un trasplante y Clonic S.A. me ofreció esta posibilidad. Un clon que pudiera sustituirme en las tareas cotidianas y que donara los órganos necesarios.
Rozó con sus dedos el reborde rugoso de lo que ahora sabía que era una cicatriz.
— — Al principio los niños estaban algo confundidos, tuve que contarles la verdad.
— — ¿Y qué va a ocurrir ahora? — balbuceó el clon.
— — Desgraciadamente todo acaba. Necesito tu corazón.