Confesiones y paranoias de un hombre confuso ante los tiempos que vive
Diría, sin embargo, que al amor
le pierden esas formas viscerales,
los celos, los instintos animales,
la filia por el parto con dolor.
Diría que también son un error
los tópicos manidos y florales,
las redes adictivas y asociales,
las tómbolas de luz y de color.
Diría que el amor es un ungüento
que sana al aplicarlo al tegumento
y tiene comprobada su eficacia.
Diría que el amor es curativo,
te viene a recordar que sigues vivo
y nunca está de venta en la farmacia.
—¿Cuánto pesa un oso polar?— dije, casi sin pensarlo.
Ella me miró extrañada, sin saber qué responder ni a qué venía la pregunta. Se limitó a dedicarme un gesto de curiosidad.
—Lo justo para romper el hielo. Soy Juan, encantado— dije, tendiéndole la mano.
Justo un año después, a la misma hora, estábamos en Roma, a punto de salir del hotel. Yo ojeaba el programa de La Traviata mientras ella terminaba de pintarse. Celebrábamos el primer aniversario huyendo de nuestras vidas.
Cinco años más tarde, a la misma hora, me ajustaba el nudo de la corbata con dedos temblorosos, mientras la esperaba en la puerta del juzgado. Nos parecía divertido celebrar el enlace el día en que nos habíamos conocido. De hecho, solíamos jugar, cada año, a recordar lo que estábamos haciendo ese día y a esa hora en cada uno de nuestros aniversarios.
Cuando cumplimos diez años de casados, a la hora en la que nos conocimos, los servicios de emergencia intentaban extraerme una enorme espina de pescado atascada en mi garganta impidiéndome respirar. Lo último que vi antes de morir fue el logotipo de la caja de comida a domicilio. Un oso polar.
Ayer se halló en el medio de la era
un tibio corazón recién nacido.
Ayer se pudo ver al elegido
andar con la canción de compañera.
Ayer, una mujer de primavera
se había poco menos que perdido.
Ayer, por no creer en el sonido
hallaron a la maza sin cantera.
Ayer, un verde agente con tricornio
volvió, tras rescatar a un unicornio
azul, que estaba lejos de su dueño.
Ayer soplaba velas otro año,
un hombre verdaderamente extraño
matando a las serpientes de su sueño.
María es un poema y no lo sabe,
un haiku de alegrías y tormentos,
con métrica, con rima, con acentos
y siempre recitado con voz suave.
María es un poema, mas no es grave
que ignore su lirismo por momentos;
así, se cisca en medio de los cuentos
largándose a los mandos de su nave.
María es un poema en verso libre,
no importan las palabras ni el calibre
a la hora de cargar la munición.
María es un poema inacabado
y un día, cada vez, menos pensado,
María se habrá vuelto una canción.
Después de hacer milagros a deshora,
llegando a fin de mes por la tangente,
mis cuentas tienen poco de corriente
y mucho del rosario de la aurora.
Después de la verdad inquisidora
de, al menos, dos comidas en caliente,
los dramas gozan de un mejor ambiente
y pueden contener banda sonora.
Después de media vida criando cuervos
se comen las promesas y los verbos,
los ojos, las legañas y los nidos.
Después de media vida dando tumbos
no tengo mucho tino con los rumbos
y todos son igual de indefinidos.
Hermana, a dios pondría por testigo
del daño que me infringe este deseo,
mas mi ángel de la guarda, que es ateo,
se niega a dar un paso más conmigo.
Hermana, asumiré cualquier castigo
sabiendo que este anhelo está muy feo,
mas sepa que su tenue parpadeo
me incita a despojarme del abrigo.
Hermana, estoy cansado de estas normas,
de ese hábito que da sagradas formas
al cuerpo del delito y del pecado.
Hermana, solamente con que quiera
me lanzo a sin plegarias a la hoguera
que Cristo con su luz me ha iluminado.
La alarma de mi móvil no es real.
Aún no son las seis de la mañana.
No es lunes, no comienza la semana.
No tengo que ponerme en vertical.
No es luz lo que atraviesa el ventanal.
No es sombra lo que oculta la persiana.
No vence la desidia cotidiana
al mundo asolador tras el cristal.
No bailo sobre arenas movedizas,
no saben mis tostadas a cenizas
y bebo de un café que no el el mío.
El aire no responde a las paredes,
mis versos no están hechos para ustedes
y en medio de la nada tengo frío.
Uno y uno no son dos,
se lo juro, vida mía.
No es exacta la teoría
cuando se trata de vos.
Si lo duda, mire nos
que si la intento sumar
siempre tengo que agregar
a algún incómodo amigo
que usted incluye consigo
de la forma más impar.
Uno y uno no concuerda,
me cago en las matemáticas.
¡Qué cuentas más antipáticas,
si soy un cero a la izquierda!
Esta vida es una mierda
y el recuento no me encaja.
Me siento en la desventaja
de que no está siendo fiel
y se guarda con aquel
los ases de la baraja.
Uno y uno suman más
en está regla de tres
y he perdido el interés
por andarle a usted detrás.
Y le digo al Barrabás
que yo ya no me preocupo
por tanto exceso de cupo
ni porque hicieran teatro,
que igual muy pronto son cuatro
y les va creciendo el grupo.
Hoy el tiempo lentamente tiene urgencia
y se para bruscamente, sin demora,
me descuenta cien minutos por cada hora
y le debo más o menos mi existencia.
Hoy el tiempo tiene un poco de impaciencia,
quiere a veces, quiere todo, quiere ahora,
toma el aire con las luces de la aurora,
se acelera con profunda somnolencia.
Hoy el tiempo da un respiro a los segundos,
pega saltos a unos ritmos tremebundos
y porfía que mil años son muy poco.
Hoy el tiempo desespera, va volando,
traga siglos ignorando dónde y cuándo
y da muestras evidentes de estar loco.
Cansado de escalar granos de arena
me vine a la montaña más ingente
y ahora me planteo humildemente
si acaso me merece o no la pena.
Me había imaginado en esta escena
subiendo sin esfuerzo la pendiente
y ahora que por fin la tengo enfrente
hay algo incomprensible que me frena.
Peor es darme cuenta a estas alturas
que el Maps no tiene ganas de aventuras
y aún no he alcanzado mi destino.
Que aquí, la prominencia de esta playa
no llega ni de cerca al Himalaya,
tan solo es una piedra en el camino
La niña que convive con enanos,
la que huye a medianoche del castillo,
el tímido y enclenque cervatillo,
y el monstruo catedral de los gitanos.
La indígena de pies americanos,
el títere embustero con su grillo,
el árabe ladrón del mercadillo,
y el rey de los primates cuadrumanos.
Tan solo digo algunos al tuntún
pensando que esa rata tan sonriente
enconde un panteón de los horrores.
Entre ellos todos tienen en común
que Disney les inmola impunemente
a alguno o a los dos progenitores.
El tipo llamó la atención nada más entrar. A pesar de la obscuridad del bar, su jersey corinto tejido a mano, con un reno en el pecho y unas hojas de muérdago, hizo que los clientes volvieran la cabeza a su paso.
—Pónganme una cerveza y una ración de caracoles— dijo con acento norteño. —Y un escarbadientes— añadió.
Lo miré extrañado mientras le servía una caña.
—Aquí abajo le decimos palillo o mondadientes.
Le serví la bebida. El tipo me miró perdonándome la vida.
—Se monda una naranja, no la dentadura. Y lo que voy a hacer es escarbar. No mondar. Me importa tres carajos como hablen aquí abajo. A mí me pone un escarbadientes con 0'0 % de comentarios añadidos—sentenció.
—Se nos han acabado los escarbadientes. Si quiere le pongo un palillo— dije con guasa mientras le servía la ración de caracoles.
El tipo se sacó del bolsillo izquierdo un rollo de alambre y del derecho unos alicates. Seccionó un trozo de unos cinco centímetros y me lo enseñó sonteniéndolo entre el índice y el pulgar.
—Métase el palillo por donde le quepa— replicó.
Ingirió el primer caracol y cayó desplomado.
Así nos las gastamos por estas tierras.
Ya fuimos más astutos que sinceros,
más dados a la piel que a la promesa,
más fieles al verano y la sorpresa
que al frío y la quietud de los eneros.
Ya fuimos más confusos que certeros,
más lobo, más carnívoro que presa,
ya fuimos más porrazos en la mesa
que panes, longanizas y pucheros.
Ya fuimos más flamígeros que amantes,
ya fuimos más obscenos que elegantes,
ya fuimos más del yo que del conjunto.
Y en medio de un murmullo silencioso
ya fuimos al entierro tumultuoso
de aquel maltrecho amor que ya es difunto.
Si tú quieres anestesio los segundos,
adormezco los relojes y sus horas,
paralizo sus agujas voladoras,
y maniato los minutos moribundos.
Si tú quieres nos fugamos a otros mundos,
apuramos de dos tragos las auroras,
nos vestimos con sus alas protectoras
y viajamos para siempre vagabundos.
Si tú quieres nos subimos a la luna,
nos dormimos a la sombra de una duna,
nos fundimos en un vivo frenesí.
Si tú quieres acompaso mis latidos
y bailamos con los pulsos distraídos...
Si no quieres... ¡ay, mi vida! ¡ay de mí!
Tal vez esa maldita insuficiencia
que siempre me mordía las entrañas
se marche cualquier tarde de noviembre
de cielos más cirróticos que oscuros.
Tal vez no anide más en estas sístoles
que anhelan un otoño perezoso,
ni asome esta mañana en el espejo
royendo los precintos de las ganas.
Tal vez bajo los trienios de estas sienes
de terca y plateada rebeldía
por fin dé paso en falso y se diluya.
Tal vez amablemente me abandone,
pues temo que si se ancla a un nuevo invierno
no sea más que un rasgo de mí mismo.
Me vienen a nombrar los innombrables,
me vienen a sentir los insensibles,
me vienen a mirar los invisibles,
me vienen a cansar los incansables.
Me vienen a curar los incurables
me vienen a vencer los invencibles
me vienen a fallar los infalibles,
me vienen a negar los innegables.
Me vienen a afirmar los infundados,
me vienen a escribir los iletrados,
me vienen a diluir los indelebles.
Me vienen a obligar los indebidos
me vienen a pedir los impedidos
a mí, que no he salvado ni los muebles.
Perdí la devoción por tu misterio,
la pronta excitación por tu locura,
el éxtasis por tu halo de ternura,
la ablepsia ante tu falta de criterio.
Perdí mi voluntario cautiverio
asido como un niño a tu cintura,
el hilo que me ataba a tu costura,
la tibia reacción a tu adulterio.
Perdí mi afinidad por lo imposible,
el hambre de tu carne inmarcesible,
el mínimo residuo de piedad.
Dijiste, "créeme, cuando me miras,
que todo es una sarta de mentiras,
a menos que descubras la verdad".
Estoy cansada de estas "putivueltas"
que no van a llevarme a ningún lado.
El sol no me cautiva demasiado
y vengo con las órbitas revueltas.
Mantengo algunas cuitas no resueltas
por culpa de un parásito obstinado
que va soltando mierda sin cuidado
en todas las especies que andan sueltas.
También me estoy hartando de girar
con tantos movimientos en el mar,
me cago en la maldita astronomía.
Un día cambiaré mi trayectoria
saldré de mi rutina giratoria,
y al fin seré cometa por un día.
Ya llevo unos milenios meditando
que en esta religión monoteísta
no quieren una cónyuge imprevista
y debo estar sin diosas... ¿hasta cuando?
Dan ganas de cruzarse al otro bando,
decirles que me tachen de la lista,
y hacer en el infierno una conquista
del tipo celestial que yo demando.
El mal humor de un dios es implacable
y sé que se me va a cruzar un cable
de no poner al fin algún remedio.
Si sigo sin poder comerme un rosco
un día pensaré en cerrar el kiosco
y hablar con seriedad con Juan y Medio
—Seguimos retransmitiendo desde el Stade de France, en estos Campeonatos de Europa de Atletismo, la segunda manga de la competición de salto de altura. Ahora es el turno de la británica Margaret Stones. Va a intentar batir el récord vigente con un salto sobre dos metros y once centímetros. Vemos como la atleta se prepara para el salto. Y para ello, la fragancia más etérea es la de Eau de Toilette Pétale, que patrocina esta retransmisión.
La saltadora inicia la carrera, afronta el listón, salta y... ¡Qué horror! ¡Justo cuando la británica estaba en el aire superando el listón, ha sido literalmente ensartada por la jabalina de la lanzadora ucraniana Oksana Yushchenka! Vemos por un lado a las asistencias médicas intentando reanimar a la atleta del Reino Unido. Por otra parte, vemos a la policía deteniendo a la ucraniana que, como todos ustedes saben, es la ex novia de la actual pareja de Margaret Stones, el pertiguista guatemalteco Juan Francisco Nogales. Y, por último, observamos a los jueces dilucidar si se considera válida la marca, ya que el impacto de la jabalina se ha producido cuando la atleta se encontraba en pleno salto. ¡Y sí, récord mundial de la fallecida!
Igual que Harry Potter sin varita,
igual que Bilbo y Frodo sin anillo,
igual que Humphrey Bogart sin pitillo,
e igual que Indiana Jones sin dinamita.
Igual que míster Bean sin pajarita,
igual que Nosferatu sin castillo,
igual que Jack, the Ripper, sin cuchillo,
e igual que el rey David sin "mañanita".
Igual que Mary Poppins sin paraguas,
igual que Cenicienta sin enaguas,
e igual que Steve Strange sin amuleto.
Igual que Maradona sin balón
o igual que Frank Sinatra sin canción,
igual, me siento yo sin mi soneto.
No piensen que vivir es complicado.
Tan solo hay que pasarse media vida
labrando callejones sin salida
sumiso, agraz, servil e hipotecado.
También hay que mostrarse resignado
al golpe, al abandono y a la herida,
sin darse demasiado a la bebida
ni andar encasquillado en el pasado.
Frenar nuestros instintos asesinos
con jefes, familiares y vecinos
(que siempre dan por culo alrededor),
pagar tributos, multas y recibos...
Con todo, hay que alegrarse de estar vivos
al ver que la otra opción aún es peor.
Hoy amaneció
La risa debería estar prohibida
y, el mundo, condenado a hablar en serio;
el sol, ser la luciérnaga encendida
que alumbra la quietud del cementerio.
La sangre debería estar dormida
por orden oficial del ministerio
y, el tiempo, ser un punto de partida
sin metas, ilusiones ni criterio.
La música tendría que estar muerta,
la calle sepulcralmente desierta
y el cielo amordazado y detenido.
La vida, sollozada gota a gota
tendría que apagarse, medio rota,
porque hoy amaneció y te habías ido.
Humanos
¡Qué tercos que resultan los humanos!
¡Qué forma de aferrarse a su existencia!
Les mando sufrimiento y penitencia
y acaban perviviendo tan ufanos.
A veces se me escapa de las manos
cargando su castigo de violencia,
y vuelven a inspirar, con insistencia,
salvando sus desastres cotidianos.
No tengo nada en contra de estos seres,
yo lo hago por curtir sus caracteres
pues son, a viva fe, mi patrimonio.
Hay veces que me paso de la raya,
que siendo un creador no doy la talla
y sé, que como dios, soy un demonio.
La horda
Llegaron a millares un buen día,
de todos los colores y sabores,
dispuestos a traer tiempos mejores
que no han aparecido todavía.
Youtubers sin pudor ni ideología,
influencers de ahuecados interiores,
tiktokers con estudios inferiores,
y coaches del amor y la utopía.
Quejicas por el falso testimonio,
el club de adoradores del demonio,
videntes, contertulios y tronistas.
Poetas no se vio en la muchedumbre;
ocultos tras la espesa incertidumbre
morían cada vez más pesimistas.
El remedio
Prescinda de la grasa acumulada
y olvídese del logro momentáneo:
las píldoras de músculo instantáneo
le harán tener la imagen deseada.
No sufra, no se esfuerce, no haga nada,
repose del astrágalo hasta el cráneo;
hacer deporte es sólo un sucedáneo
en esta sociedad tan estresada.
¿Efectos secundarios? Sí que tiene,
y es bueno no leerlos por higiene
anímica, psiquiátrica y mental.
Lo suyo es que sus followers lo aclamen,
da igual que su forense haga el dictamen
del éxito, que a veces, es mortal.
Dioses
Si Thor y Zeus se enfrentan a las damas
el cielo es un completo cataclismo,
las nubes se abalanzan al abismo
y el rayo prende medio mundo en llamas.
Después, ninguno se anda por las ramas
y arrasan, impregnados de egoísmo,
un orbe que sucumbe al ateísmo
ante estos arbitrarios panoramas.
Así que estamos huérfanos e inermes
temiéndonos el próximo diluvio
en estas olimpiadas por el ego.
Aférrate a tus dioses mientras duermes
que estamos entre un nórdico ebrio y rubio
y un griego barbiespeso y mujeriego.
Vivir
No piensen que vivir es complicado.
Tan solo hay que pasarse media vida
labrando callejones sin salida
sumiso, agraz, servil e hipotecado.
También hay que mostrarse resignado
al golpe, al abandono y a la herida,
sin darse demasiado a la bebida
ni andar encasquillado en el pasado.
Frenar nuestros instintos asesinos
con jefes, familiares y vecinos
que siempre dan por culo alrededor.
Pagar tributos, multas y recibos,
por eso hay que alegrarse de estar vivos
al ver que la otra opción aún es peor.
Si Thor y Zeus se enfrentan a las damas
el cielo es un completo cataclismo,
las nubes se abalanzan al abismo
y el rayo prende medio mundo en llamas.
Después, ninguno se anda por las ramas
y arrasan, impregnados de egoísmo,
un orbe que sucumbe al ateísmo
ante estos arbitrarios panoramas.
Así que estamos huérfanos e inermes
temiéndonos el próximo diluvio
en estas olimpiadas por el ego.
Aférrate a tus dioses mientras duermes
que estamos entre un nórdico ebrio y rubio
y un griego barbiespeso y mujeriego.
Hoy me he comido,
dos kilos de jamón cocido,
y es deprimente
que no me pueda poner el abrigo
no lo consigo,
y no como otra cosa,
yo tengo una adicción muy peligrosa
me muero por comerme el fiambre rosa,
y aunque he comido cosas deliciosas
no hay otras cosa
como una pizza de jamón york,
un bocata de jamón york,
una empanada de jamón york,
una tosta de jamón york
con estas ganas que tengo yo
me atrevo a comermelo tó,
se lo pongo hasta la paella
que si te disgusta a mi no
Que hubiera sido
de mi sin el jamón cocido,
seguramente, estaría comiendo avena o trigo
como castigo
Qué hubiera sido
de mí sin el jamón cocido
seguramente, estaría comiendo avena o trigo
como castigo
y yo lo veo y no me puedo aguantar
está el jamón serrano pero no me gusta igual
si por mi cumpleaños tú me quieres regalar
y pones una vela en un jamón para soplar
yo me caso contigo
y estaré eternamente agradecido,
si en el convite no hay otro embutido
que todo esté hecho con jamón cocido
yo me caso contigo
y estaré eternamente agradecido,
si en el convite no hay otro embutido
que todo esté hecho con jamón cocido
y una pizza de jamón york,
un bocata de jamón york,
una empanada de jamón york,
una tosta de jamón york
con estas ganas que tengo yo
me atrevo a comermelo tó,
se lo pongo hasta la paella
que si a ti te disgusta a mi no
En una realidad alternativa
tan solo soy la fotocopiadora,
y allá, donde trabajo, servidora,
les cae mal por ser tan creativa.
A mí la realidad me es subjetiva
y soy una inocente soñadora
que a golpe de tintero redecora
cualquier maquetación inexpresiva.
Me temo que no gustan mis destrezas,
que van a revender todas mis piezas
por no ser una fábrica de clones.
Me temo, y de verdad que no me alegro,
que voy hacia un futuro muy, muy negro
o al menos, esas son mis impresiones.
El día me amenaza impunemente
debajo de siniestros nubarrones.
Por mí, como si ataca con dragones,
prosigo mi paseo indiferente.
El día me acorrala lentamente
y yo me evado en todas direcciones,
le busco a los problemas soluciones
y escapo en sus narices triunfalmente.
El día es altamente pernicioso,
me hostiga con su juego peligroso
pero huyo en mi volátil nebulosa.
El día tiene fauces iracundas
que clava en dentelladas muy profundas.
La noche, vida mía, es otra cosa.
Penosa y torpe bruja en miniatura:
¡te temo tanto! Bien lo sabes tú.
A ver si de una vez me haces vudú
y alivias mi maltrecha contractura.
Cuando hablas, solo sacas la basura,
y vas de lideresa y de gurú.
Ofreces poca magia en el menú
y a ratos se trasluce tu impostura.
Ya sé que por altivo y por gamberro
no habrá unas flores tuyas en mi entierro
y sí champán francés bajo tu ombligo.
En cambio, y a pesar de ser tan malo,
te habré guardado un póstumo regalo:
jamás conseguirás poder conmigo.
Podría haber ganado mucho más,
podría haber llegado a fin de mes,
podría haber vendido los jamás
y haber subarrendado los porqués.
Podría haber seguido a los demás
y haberme arrepentido algo después.
Podría haber quedado más atrás
y haberlo puesto todo del revés.
Podría haberle hablado a alguna miss,
haberla acompañado a los platós
y haberme vuelto luego en autobús.
Podría haber tenido un bis a bis,
pero ella, por desgracia, dijo adiós,
lanzándome unos cuantos "tururús"
Tal vez nuestra insistencia en estar juntos
no fuera en realidad un disparate;
tuvimos un romántico combate
resuelto literalmente a los puntos.
Si fuimos más culpables que presuntos
será materia objeto de debate,
mas sé que tú me diste jaque mate
sin una triste misa de difuntos.
El tiempo nos reúne a cada rato
como hormas del recíproco zapato
que siempre es de los pies que más cojean.
Hacemos el amor intermitente
y a fuerza de seguirnos la corriente
los astros sin quererlo se alinean.
"Estamos gobernados por dementes".
No importa en qué país leas frase.
Tampoco importa cuánto tiempo pase.
Da igual si mandan nuevos presidentes.
Estamos rodeados de inconscientes,
de necios, de psicópatas de base
de locos que se sienten de otra clase,
de hipócritas con mímicas sonrientes.
Nos creen un parásito invisible
y en una singular ruleta rusa
votamos disparándonos la sien.
Después, en un alarde previsible
prescinden de emplearnos como excusa
y en esos cuatro años, que nos den.
"... igual que en la vidriera irrespetuosa de los cambalaches se mezclado la vida...".
Aquel viejo tango sonaba por los auriculares del piloto mientras intentaba controlar la nave. Entrar en la atmósfera de aquel planeta era una odisea mortal impulsado solamente por un motor. Los sensores detectaban una atmósfera medianamente respirable y el impacto contra la que parecía un mar de fango era inminente. Cerró los ojos y se preparó para una muerte segura.
Cuando volvió en sí, media nave estaba hundida en el pantano. Rápidamente, se introdujo en la cápsula de escape y evacuó el transporte interplanetario en dirección a la que parecía una playa cercana.
A esas alturas no le quedaba ningún afán investigador. Sólo un renovado instinto de supervivencia. Aterrizó sobre la costa y salió del módulo de emergencia. Se despojó del casco de su traje de astronauta. De pronto, la lanzadera sufrió el impacto de un proyectil. A lo lejos, contempló a unos seres bípedos de apariencia porcina aproximarse hacia él con suma hostilidad. Al otro lado de la playa, reconoció, en ruinas, una enorme estatua de Donald Trump.
"...que el mundo fue y será una porquería ya lo sé..." sonaba en sus auriculares.
—Mierda....
Prescinda de la grasa acumulada
y olvídese del logro momentáneo:
las píldoras de músculo instantáneo
le harán tener la imagen deseada.
No sufra, no se esfuerce, no haga nada,
repose del astrágalo hasta el cráneo;
hacer deporte es sólo un sucedáneo
en esta sociedad tan estresada.
¿Efectos secundarios? Sí que tiene,
y es bueno no leerlos por higiene
anímica, psiquiátrica y mental.
Lo suyo es que sus followers lo aclamen,
da igual que su forense haga el dictamen
del éxito, que a veces, es mortal.
Llegaron a millares un buen día,
de todos los colores y sabores,
dispuestos a traer tiempos mejores
que no han aparecido todavía.
Youtubers sin pudor ni ideología,
influencers de ahuecados interiores,
tiktokers con estudios inferiores,
y coaches del amor y la utopía.
Quejicas por el falso testimonio,
un club de adoradores del demonio,
videntes, contertulios y tronistas.
Poetas no se vio en la muchedumbre;
ocultos tras la espesa incertidumbre
morían cada vez más pesimistas.
Por cierto, que si el barro nos sepulta
a ellos les importa poco o nada;
los légamos ya son agua pasada
y el pueblo en cualquier caso les indulta.
Se lanza algún sondeo, se consulta
a ver si la hecatombe está olvidada;
si no, saldrá un affaire como fachada
y el CIS ya se verá como resulta.
La cosa es que los barros y los lodos
se llevan por delante a casi todos
pero ellos continúan en su sitio.
Resisten como enormes cucarachas
y aparte de ser rojos o ser fachas,
nosotros a chupar sales de litio.
¡Qué tercos que resultan los humanos!
¡Qué forma de aferrarse a su existencia!
Les mando sufrimiento y penitencia
y acaban perviviendo tan ufanos.
A veces se me escapa de las manos
cargando su castigo de violencia,
y vuelven a inspirar, con insistencia,
salvando sus desastres cotidianos.
No tengo nada en contra de estos seres,
yo lo hago por curtir sus caracteres
pues son, a viva fe, mi patrimonio.
Hay veces que me paso de la raya,
que siendo un creador no doy la talla
y sé, que como dios, soy un demonio.
La risa debería estar prohibida
y, el mundo, condenado a hablar en serio;
el sol, ser la luciérnaga encendida
que alumbra la quietud del cementerio.
La sangre debería estar dormida
por orden oficial del ministerio
y, el tiempo, ser un punto de partida
sin metas, ilusiones ni criterio.
La música tendría que estar muerta,
la calle sepulcralmente desierta
y el cielo amordazado y detenido.
La vida, sollozada gota a gota
tendría que apagarse, medio rota,
porque hoy amaneció y te habías ido.
La alarma saltó aquella mañana. Saturnino Romerales, de cuarenta y siete años, casado y en paro, había atravesado la ciudad de punta a punta para comprar un cuchillo, una pala y un saco de cal viva.
Todas las unidades salieron a toda velocidad, temiendo encontrarse la enésima escena de violencia de género.
Agolparon los zetas en la puerta de la vivienda, destrozaron la puerta a su paso y contemplaron aterrados como Saturnino había deshuesado el pollo, plantado el peral y encalado el patio, como le había encargado su esposa.
Nos miran con sus gafas sin cristales
y ven peor que un gato de escayola;
nos cuelan impasibles cualquier trola
y encarnan la razón de nuestros males.
Se esconden tras versiones oficiales,
nos roban sin siquiera una pistola,
se suben a la cresta de la ola
carentes de vergüenza y de ideales.
Se insultan entre ellos sin pudor
y en diez minutos hacen el amor
mezclando la derecha con la izquierda.
Se ríen de nosotros en la cara
y van al hemiciclo con su piara
mezquina de políticos de mierda.
La muerte es el efecto secundario
de un fármaco que ayer nos dio la vida;
la muerte es una calle sin salida
al fondo de este oscuro vecindario.
La muerte es un proceso necesario
de un mundo que se queda sin comida;
la muerte es un billete solo de ida
por este patológico escenario.
La muerte es el final de la función,
la súbita bajada del telón
en medio del clamor del auditorio.
La muerte es ese canto de sirena
sonando cuando acaba esta condena
que va desde la cuna al tanatorio.
