sábado, noviembre 23, 2024

Localismos

 El tipo llamó la atención nada más entrar. A pesar de la obscuridad del bar, su jersey corinto tejido a mano, con un reno en el pecho  y unas hojas de muérdago, hizo que los clientes volvieran la cabeza a su paso.


—Pónganme una cerveza y una ración de caracoles— dijo con acento norteño. —Y un escarbadientes— añadió.


Lo miré extrañado mientras le servía una caña.


—Aquí abajo le decimos palillo o mondadientes.


Le serví la bebida. El tipo me miró perdonándome la vida.


—Se monda una naranja,  no la dentadura. Y lo que voy a hacer es escarbar. No mondar. Me importa tres carajos como hablen aquí abajo. A mí me pone un escarbadientes con 0'0 % de comentarios añadidos—sentenció.


—Se nos han acabado los escarbadientes. Si quiere le pongo un palillo— dije con guasa mientras le servía la ración de caracoles. 


El tipo se sacó del bolsillo izquierdo un rollo de alambre y del derecho unos alicates. Seccionó un trozo de unos cinco centímetros y me lo enseñó sonteniéndolo entre el índice y el pulgar.


—Métase el palillo por donde le quepa— replicó.


Ingirió el primer caracol y cayó desplomado.


Así nos las gastamos por estas tierras.