sábado, noviembre 30, 2024

Un oso polar

—¿Cuánto pesa un oso polar?— dije, casi sin pensarlo.

Ella me miró extrañada, sin saber qué responder ni a qué venía la pregunta. Se limitó a dedicarme un gesto de curiosidad.

—Lo justo para romper el hielo. Soy Juan, encantado— dije, tendiéndole la mano.

Justo un año después, a la misma hora, estábamos en Roma, a punto de salir del hotel. Yo ojeaba el programa de La Traviata mientras ella terminaba de pintarse. Celebrábamos el primer aniversario huyendo de nuestras vidas.

Cinco años más tarde,  a la misma hora, me ajustaba el nudo de la corbata con dedos temblorosos, mientras la esperaba en la puerta del juzgado. Nos parecía divertido celebrar el enlace el día en que nos habíamos conocido. De hecho, solíamos jugar, cada año, a recordar lo que estábamos haciendo ese día y a esa hora en cada uno de nuestros aniversarios.

Cuando cumplimos diez años de casados, a la hora en la que nos conocimos, los servicios de emergencia intentaban extraerme una enorme espina de pescado atascada en mi garganta impidiéndome respirar. Lo último que vi antes de morir fue el logotipo de la caja de comida a domicilio. Un oso polar.