domingo, septiembre 01, 2024

La corbata

Me sentía como si un Tiranosaurius Rex estuviera intentando deshacerme el nudo de la garganta con sus minúsculas garras anteriores. Lo malo es que el nudo estaba ahí y no había ningún animal prehistórico por los alrededores, sino mi nieto de 6 años intentando desesperadamente aflojar mi corbata. 

Yo no sabía que lo de morir asfixiado podía dárseme tan bien. 

Mi pobre nieto se afanaba en su tarea. Era el único descendiente de segunda generación que había en mi familia y, contra el deseo de todos, sentía un apego incondicional hacia mí. Tanto que mi exmujer, su abuela, que me profesaba un inexplicable e imperecedero odio, alcanzó una ira volcánica al saber que Pablito quería sentarse a mi lado en el convite de la boda de su padre.

Eso, unido a que la única vez que había usado corbata anteriormente fue en el nefasto día de nuestra boda, provocó que, al verme llegar con este espectacular traje azul marino (que aunque esté mal el decirlo, me sienta estupendamente) se abalanzara sobre mí y tirara fuertemente de la cola de la corbata hasta estrangularme. Después de décadas peleando como Israel y Palestina, estaba a punto de conseguir exterminarme.