La huida
Por mucho que la ley de la relatividad jure que,
cuanto más cerca de la velocidad de la luz se viaje, más lento pasa el tiempo,
puedo asegurarles que a la inversa no funciona. Llevo aquí parado más de una
hora y cada segundo se está haciendo eterno. En este lapso, he visto a una pareja
sentarse, cenar y pagar la cuenta en “El Gaucho argentino”. El brazo de gitano no tenía
mala pinta, por cierto. El caso es que el tráfico no avanza y se supone que yo
estoy escapando. Las masas están como locas con la celebración. La buena
noticia es que mis perseguidores tampoco pueden alcanzarme. Aquí me tienen. Un
santo varón y huyendo como un vulgar delincuente. No he hecho otra cosa
que seguir mi instinto. Ella se empeñó en que la boda fuera el mismo día y a la
misma hora que la final de la Champions. Debo confesar que con el auricular
oculto tras la oreja no estaba demasiado pendiente de lo que decía el cura.
Gritar el gol de Benzema cuando preguntaba no se qué de si quería a Marta por
esposa posiblemente sea inadecuado pero, la verdad, todo es relativo
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