viernes, febrero 04, 2022

La carta

 Lamió la banda engomada de la solapa y cerró el sobre ilusionado. En la oficina de correos estamparía el sello correspondiente y esperaría pacientemente que algún día hubiera respuesta.

En este escaparate virtual y digitalizada en el que se había convertido nuestras vidas, el correo postal era el último recurso romántico que le quedaba.

Cuando casualmente se topó con aquel antiguo amigo del pueblo con el que casi tropieza, aprovechó la oportunidad que tantos años había esperado y le preguntó si Julia seguía viviendo allí. En efecto vivía en el mismo domicilio

Él conocía de memoria la dirección. Centenares de veces la había acompañado hasta su hogar, en aquel despertar sexual, rebosante de hormonas, al que daban rienda suelta en el pajar de la granja de sus padres. Aquellos largos paseos con Titán, el labrador que sus padres le regalaron para que conociera la responsabilidad de cuidar una mascota.

Luego la universidad, el trabajo, el matrimonio y los hijos le mantuvieron alejado del pueblo hasta el punto en que la vergüenza, la culpa y el remordimiento le impedían volver. 

Ahora su felicidad dependía del servicio postal. A pesar de ser ingeniero informático especialista en redes.