La búsqueda
Ya podían rugir las olas en su choque contra
el pantalán, que no iban a conseguir amedrentarles. Al fin y al cabo, tenían una
idea bastante aproximada de dónde tenían que buscar y solo necesitaban remar
unos metros y realizar las inmersiones que hicieran falta. Luego, una vez
localizado, rodearlo con la red y subirlo al bote.
El fuerte levante de cuarenta nudos reducía mucho la sensación
térmica de los 8 grados que helaban la tarde en Cartagena. Estaban a cinco días
del bautizo del S-81, con toda la pompa oficial que requería la visita del rey
y de la infanta. El astillero, en domingo, estaba prácticamente vacío. A partir
de las ocho y media era prácticamente de noche y podrían realizar la búsqueda amparados
por la escasa iluminación de la luna en creciente.
Los neoprenos resguardaban escasamente del frío y las
heladas aguas podrían parecer una tortura inimaginable, de no ser mucho peor lo
que les esperaba en caso de no encontrarlo.
La contratación en Navantia había estado paralizada por el
CoVid y sólo ellos, los hijos varones del enlace sindical de UGT, habían accedido
a un contrato en prácticas de tapadillo. Y estaban a punto de pasar a la
historia como los dos enchufados por el sindicalista, que habían perdido un torpedo
al hacerse un selfie con él
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