El viento
El aire no ventila la penumbra
de un cuarto que no ha abierto las ventanas;
la carne no alimenta los anhelos
de un alma que no quiere abrir la boca.
No anida la pasión en corazones
con rejas en sus tímidos ventrículos,
ni hay sitio para un tibio resplandor
en cíclopes que miran a otro lado.
Por eso no reviento los cerrojos,
no envidio a las rendijas de los muros,
no rasgo enrabietado el cortinaje
ni lanzo maldiciones a las puertas.
No insisto donde hay búnkeres herméticos,
ni espero junto a sótanos blindados;
soy náufrago rendido en el islote,
hastiado de misiones imposibles.
Pues sé que no hay oídos permeables
que le abran un camino a mis palabras;
prefiero suspenderlas en el aire
dejando que se pierdan en el viento.
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