Los suicidas
No hay ojos que prestar a los suicidas
ni hay bocas que analicen sus desgracias;
se ocultan tras un velo ignominioso
de cartas que nos brindan un adiós.
No hay dramas , no hay tragedias nacionales
ni hay prisas en casposos ministerios;
no hay técnicos ni expertos contertulios
rasgándose las ropas en prime time.
No hay calles atestadas con pancartas
ni eslóganes lanzados contra nadie,
ni orgullos, ni banderas, ni colores
que puedan ser usados por la industria.
Quizá porque el suicida no es un bando
ni apenas un endeble contrincante,
tan sólo es una víctima inocente
que nadie entenderá como rival.
Quizá porque morir no deja réditos
que puedan ser usados por políticos;
quizá porque en su muerte han escondido
los votos que jamás verán las urnas.
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