Gracias por venir
Parece que estuvieras entre el público
zampando palomitas con desgana,
mirando el carrusel del escenario
absorto como herbívoro rumiante.
Y hay viejos que se marchan al olvido
después de trabajar toda una vida
y tienen sustitutos instantáneos
en jóvenes inéditos e imberbes.
Y ves que cada vez hay menos rostros
que puedan resultarte conocidos;
caminas apocado en la oficina
sintiéndote por día más extraño.
Ya sólo te requieren en consultas
de aspectos relativos al pasado,
de técnicas antiguas y en desuso
hablándole de usted a tu canicie.
Y al fin, sales del patio de butacas,
te suben con piedad a un escenario,
dan gracias por el tiempo dedicado
y ponen a otro imberbe en tu lugar.
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