lunes, mayo 22, 2023

Natas

 Cuando decidieron alquilar un apartamento juntos y probar las maravillas de la convivencia estaban realmente enamorados. Desbordaban ilusión y recorrieron uno a uno todos los tópicos del romanticismo. 

Los pequeños contratiempos cotidianos eran nimiedades ante aquel amor sólido e inquebrantable. Daba igual que él comprara margarina en lugar de mantequilla, que ella rehuyera bajar la basura o que a él se le olvidara retirar la colcha cuando se echaba la siesta.

Todo era perfecto hasta que decidieron adoptar a Natas, un precioso Maine Coon blanco de ojos color miel que se convirtió en el epicentro de sus vidas. 

Hasta tal punto de que sin darse cuenta, empezaron a competir por el cariño del felino. Si ella lo consentía en todos sus caprichos, él se esmeraba en que siguiera una dieta saludable.

Ella le compró una cama acolchada y él una chapa con su nombre para el collar.

Por su parte, Natas parecía disfrutar del conflicto. Los puteaba a partes iguales y conseguía que sus trastadas aparentaran ser obra de alguno de sus dueños.

Decidieron separarse e iniciaron un litigio por la custodia del gato, que cuando se plantaba ante el espejo y se veía su nombre al revés,  parecía sonreír.