lunes, septiembre 19, 2022

Coletas

 La bicicleta frenó de golpe. El rotor de los platos se había fragmentado, saliéndose la cadena aparatosamente. En medio de ningún sitio, en aquel frondoso bosque, estaba a treinta kilómetros de cualquier lugar civilizado. Habían decidido ampliar el radio de búsqueda y la falta de voluntarios les había obligado a separarse. Muchos habían abandonado, pero necesitaba imperiosamente los diez mil euros de la recompensa. 

Bebió un trago de agua y se sentó a descansar un instante. El viento movía las nubes con celeridad y aparte de eso y del sonido de sus tripas por el hambre incipiente, no se oía un alma. De pronto, entre los arbustos,  sonó algo parecido a un cascabel. 

Se abalanzó sobre los matorrales y allí estaba, lamiéndose descaradamente las pelotas,  Coletas, el gato persa de la mujer del presidente. Se dejó coger mansamente. Lo envolvió en una sudadera y lo metió en la mochila. Agarró la bicicleta y resignado comenzó a caminar. Aún quedaban muchos kilómetros hasta el Palacio de la Moncloa