El último guerrero
El candado que un día cerró el contenedor de ayuda humanitaria yacía sin vida en el suelo. Hace tiempo que no custodiaba nada. Nadie multiplicó los panes y los peces y habían pasado muchos años desde que la última estrella del rock o el último as de los deportes visitara la aldea para hacerse fotos promocionales con niños famélicos en los brazos.
Se miró en la chapa pulida que le servía. Como espejo. Se había convertido en el esqueleto de aquel joven idealista que quiso dedicar su vida a ayudar a los necesitados. También en el del chico de secreto inconfesable que huyó de su entorno por no revelar su sensibilidad.
Olvidado y abandonado por su gobierno, su familia e, inevitable y postreramente, por todos los miembros de la tribu que fueron cayendo por inanición. El último guerrero blanco.
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