miércoles, junio 29, 2022

La meiga

 

Siempre tuve cara de empollón, sobre todo porque desde los nueve años soy miope y me plantaron unas gafas redondas en la cara. No sé si eso me ayudó, pero me licencié en química en Oxford y cursé un máster en cocina molecular. Como los mejores cocineros del mundo están en España, tuve claro trasladarme a Galicia para abrirme camino en el exigente mundo de la restauración. Galicia, por su gastronomía y sus materias primas, me parecía un sitio inigualable y yo, Harold Berkeley, ambicionaba tener un lugar a la altura de Jamie Oliver, el cocinero más mediático de mi país.

Debo confesar que siempre he tenido una pasión oculta: el ilusionismo. Desde hacer juegos de manos con naipes a emplear determinadas reacciones químicas para lograr efectos visuales. Abrí un restaurante en Santiago de Compostela, “La meiga”, en el que además de jugar con la gastronomía local, algunas noches amenizaba los postres con algunos trucos. Como hacer sujetar una carta con los dedos a un voluntario y que se transformara en una galleta de chocolate.

Creo que fue por todo esto, y por mi deconstrucción del pote gallego, por lo que me apodaron, sin maldad, Harry “Pote”