lunes, junio 20, 2022

Central

 

A ver. Quizá éticamente no fue correcto. Lo admito. Con 30 años y a un mes de finalizar mi contrato, el próximo que firmara sería el último de mi carrera. Mi representante estaba negociando una subida de la ficha pero en el club mostraban sus reticencias. Según el secretario técnico ya no era tan contundente como antaño y, en palabras del presidente, “poco quedaba del animal que era de joven”

Salah era un provocador nato. Ya avisó de sus ganas de venganza cuando nos clasificamos para la final, con una sonrisa socarrona de superioridad. No es que le tuviera ganas, pero tampoco cariño.

EL caso es que a poco del final íbamos ganando por uno a cero, con gol de Vini, y en una jugada embarullada dentro del área, Alexander-Arnold centró desde la banda y el balón le quedó al egipcio nítido para rematar de cabeza. Me giré rápidamente, el balón me superaba y Militão no iba a llegar por los pelos. No me lo pensé. Fingí tropezarme y embestí Éder con la espalda, dándole el impulso necesario para llegar hasta Salah, impidiendo su cabezazo primero e impactando contra su dentadura después. Si tenía alguna muela por empastar, ahora le podían hacer descuento.