lunes, marzo 28, 2022

Frank

Podían ver relampaguear la tormenta encima de sus cabezas. Justo habían acabado de coser la garganta, desgarrada durante la pelea, y amarraron deprisa su cuerpo a la camilla con correas de cuero, mostrando el pecho hacia el tragaluz que se abría en el techo.

Justo cuando el cielo volvió a iluminarse, él accionó la palanca y la descarga se condujo a través del pararrayos a los electrodos situados por su cuerpo, que se arqueó hasta apoyarse únicamente en la cabeza y las patas traseras. Volvió a desplomarse en la camilla y el monitor reflejó actividad cardiaca. Ella inició la transfusión y se miraron. Ya sólo cabía esperar. El hermano gemía, sentado sobre las patas traseras y giró la cabeza para lamer sus manos.

Cuando terminó la segunda bolsa, su cuerpo comenzó a moverse. Liberaron las correas y unos segundos después, el enorme Rottweiler se puso pesadamente en pie sobre la camilla. Saltó y olisqueó en el comedero unas bolas de pienso que comenzó a triturar con sus poderosas mandíbulas. Dejó caer de su boca el bolo y se volvió hacia ellos con la mirada nublada. Gruñó. Ellos le habían devuelto a la vida. Y ellos le habían obligado a pelear.