Aruma
Ileana salió de la pequeña vivienda que compartía con su
hijo en Iroco, una minúscula aldea junto a Oruro, en el altiplano boliviano.
Condujo su Mitsubishi L200 hasta la curva del cementerio y giró a la derecha en
dirección al yacimiento del Cerro de San Felipe.
Ion se quedaba hoy con Aruma, una adolescente huérfana del
centro de la ciudad. Pronto tendrían que buscar otro lugar. Ya resultaba
extraño para los lugareños que una mujer rumana manejara una topadora en
la explotación de caolín, una especie de talco sin magnesio. El resto de
operarios estaban muy atentos a ella. Incluso, algunas noches, había accedido a
ser acompañada a casa por alguno de ellos, siempre y cuando se hubiera
asegurado antes de que no tuviera familia.
La vieja Europa se había vuelto demasiado hostil para ellos.
Demasiado control, demasiadas redes sociales. Sin embargo, Bolivia resultaba un
entorno mucho más acogedor y seguro.
Sin duda, en poco tiempo, la Carrera de Ingeniería de Minas
comenzaría a sospechar ante la desaparición de tantos trabajadores. Pero no
siempre era fácil encontrar niñera. Aruma en dialecto "uru" significa “noche”. Y
era al caer la noche cuando Ion se convertía en vampiro
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