El marinero sin lunar
Daría mi reino por un lunar
de los que tienes en tu superficie
pero no dejas que los acaricie
ni que los aprecie mi paladar.
Suponen un suculento manjar
de los que probablemente me envicie
así que es natural que me desquicie
cuando no me los permites probar.
Rechazas a este humilde navegante
sin parches en el ojo ni doblones
que con el astrolabio y el sextante
se ha encaminado hasta tus tentaciones
y lo peor es que en tu restaurante
no tienes libro de reclamaciones
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