Apetito
¿Qué hacer del animal que se despierta
famélico de músculos y pieles,
con súbita avaricia en la saliva
y el hambre y la mirada en las entrañas?
¿Qué hacer cuando la bestia despereza
las fauces en la arena del desierto,
prendado en el contorno de un oasis
que luego se revela un espejismo?
¿Qué hacer con los mordiscos atrasados
que adeudas en la carne de la presa?
¿Qué hacer cuando las huellas en su piel
desangran tu conciencia poco a poco?
Quizá no quedarán sombras chinescas
ahogadas por las luces de la aurora,
burlando el apetito verdadero
que nunca tiene tiempo de una cita.
Quizá nada es más triste que ese espasmo
voraz y funcionario que amanece
en víctimas que acceden resignadas
por no encontrar al lobo de sus sueños.
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