El hueco

 Almuerzo frente a un hueco en una silla.

Convivo con un pozo en el sofá.

Desgasto la mitad de la vajilla.

Converso con la sombra de un quizá.

Me alcanzo sin esfuerzo al pilla pilla.

Me digo que el pastel ni fu ni fa.

Ahorro en una luz de la mesilla.

Escucho a los testigos de Jehová.

Sollozo ante el espejo con mi drama.

Clausuro el otro lado de la cama.

Me río intensamente de mis chistes.

Despierto ante el clamor de mi ronquido.

Al fin comienzo a darme por vencido.

Me debo convencer de que no existes.

Somos

 "Somos los restos de sueños que se tuercen"

Bernard Engel

Somos átomos huérfanos de masa,

navegantes cegados por la sal,

esmirriados blindados contra el mal,

drogadictos de amor de andar por casa.

Somos frágiles bichos sin carcasa,

teloneros de un cuento sin final,

el condón del pecado original,

un negocio ilegal que se traspasa.

Somos náufragos que aman el islote,

condenados que lamen el barrote,

somos ánimas libres que no ejercen.

Somos ciegos que esperan un cometa,

caracoles dormidos en la meta,

somos restos de sueños que se tuercen

La noche

 La noche algunas veces te acurruca

y abraza la ventisca de tus huesos, 

besándote con su hálito en la nuca

y hurgando en la maraña de sucesos.

La noche es un fantasma que caduca

hastiado de pecados inconfesos,

escapa con disfraz y con peluca

y archiva tus raquíticos progresos.

La noche que a menudo se hace eterna

te muerde ferozmente en una pierna

y escarcha lentamente cada cana.

La noche, con su cínica sonrisa

demuestra no tener ninguna prisa,

pues sabe que será peor mañana. 

La IA... de su mare.

 Skynet humedece sus circuitos

al vernos perreando en la pantalla,

sin pinta de ganarle la batalla

blandiendo filmaciones de gatitos.

Skynet se masturba dando gritos

al vernos coronando a la morralla,

al tiempo que tiramos la toalla

con sabios, pensadores y eruditos.

Skynet se provoca un multiorgasmo

al vernos desprovistos de entusiasmo

y apenas necesita un satisfyer.

La líder cibernética y letal

no está en la inteligencia artificial:

se encuentra en las entrañas de tu airfryer.

Condena

 Alzado hasta la cumbre de la nada,

con vistas al escombro de mi vida,

me lanzo a la penúltima jugada

temiendo que se acabe la partida.

Los dioses me han negado la mirada

y algunos se han echado a la bebida,

de tanto que he ignorado una llamada

que al móvil da "Deidad Desconocida".

Los ángeles tocando, "chunda,  chunda"

apuestan doble o nada por que me hunda

a un metro de las puertas del Edén.

Satán lo observa todo tan tranquilo

y yo, que cualquier año me jubilo, 

termino mi condena y que les den.

Versos por catálogo

 En busca de la voz pluscuamperfecta

y el verso estilizado y apolíneo

pedí por Internet, en un catálogo,

dos mil endecasílabos inéditos.

Los uso sin pudor de condimento

y aliño sin medida mis poemas;

resulta un subterfugio muy exótico

que aporta una aromática fragancia.

Me sirven si la musa me repudia

dejándome un atasco en las meninges.

Mezclados hábilmente con los míos

apenas se perciben diferencias. 

Caducan con el paso de una década

y pueden mantenerse al aire libre;

si quieren preservarlos en nevera

los versos le saldrán mucho más frescos.

Tan sólo me atormento con la duda

de cuánta inspiración me pertenece,

si el uso de esta prótesis poética

requiere de controles antidoping. 

Guiness

 El Guinness tiene muchos plusmarquistas;

hay perros con la lengua kilométrica,

hay cuadros que te cuestan un riñón

y actores con pulgares hacia arriba.

Hay viejos que han vivido varias vidas,

gigantes no ven el horizonte,

enanos que te miran con soberbia

y bocas donde caben transatlánticos.

Bigotes, gordinflones y narices,

forzudos, uñas largas, pies enormes,

licántropos con pelo en todo el cuerpo

y pesos enganchados en los párpados.

El Guinness me recuerda a aquellas ferias

que andaban por el mundo con sus monstruos

lucrándose con hombres elefante

y chicas con la barba descuidada.

En cambio, se han perdido la ocasión,

del récord más rotundo de la historia:

no incluyen en su libro de rarezas

tus ojos, los más bellos del planeta.

Los suicidas

 No hay ojos que prestar a los suicidas

ni hay bocas que analicen sus desgracias;

se ocultan tras un velo ignominioso 

de cartas que nos brindan un adiós.

No hay dramas , no hay tragedias nacionales

ni hay prisas en casposos ministerios;

no hay técnicos ni expertos contertulios

rasgándose las ropas en prime time.

No hay calles atestadas con pancartas

ni eslóganes lanzados contra nadie,

ni orgullos, ni banderas, ni colores

que puedan ser usados por la industria.

Quizá porque el suicida no es un bando

ni apenas un endeble contrincante,

tan sólo es una víctima inocente

que nadie entenderá como rival.

Quizá porque morir no deja réditos

que puedan ser usados por políticos;

quizá porque en su muerte han escondido

los votos que jamás verán las urnas.