La partida
Supongamos que a este juego en cuestión
participamos con un solo intento:
desde la partida de nacimiento
hasta la partida de defunción.
Disponemos de una sola ocasión
para disfrutar de cada momento,
no nos piden ningún consentimiento
y no hay lugar para repetición.
Sin explicarnos las reglas del juego
nos encontramos la emoción servida
y no podemos esperar que luego
tras la derrota, proponga la vida
que tras haber renacido del fuego
nos animemos con otra partida
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