miércoles, mayo 31, 2006

La natividad según mi familia

LA NATIVIDAD SEGÚN MI FAMILIA


Llegadas estas entrañables fiestas, mi amada esposa ha colmado la ilusión de nuestros pequeños montándoles un modesto belén. Yo no he podido participar porque desgraciadamente me encuentro impedido de ambas manos. De hecho, escribo estas líneas con un lápiz que llevo en mi oreja. Pido disculpas por los restos de baba que pueda dejar en el papel por mi incómoda postura.

Me ha llamado la atención la particular interpretación de la Natividad que han representado mi mujer y mis hijos, siendo sin duda un interesante enfoque que fascinará seguro a historiadores y religiosos. Es también un concepto dinámico de la representación del misterio, alejada de las tradicionales disposiciones estáticas. Les detallo:


Día 13 de diciembre, sábado

San José, la Virgen María y el recién nacido no se hallan en un portal, granero o pesebre, sino en una serena explanada campestre, escoltados por una apacible mula y por un tranquilo bóvido indeterminado. Una luna en cuarto menguante y un precioso cielo estrellado iluminan el prado.
Al este discurre un riachuelo, cuyas aguas plateadas parecen inmóviles. De hecho, lo están.
Por el oeste se aproximan los tres reyes magos de oriente (curioso), a lomos de sus camellos, que a su vez son guiados por obedientes pajes. Sus Majestades alzan cada uno una de sus manos y extienden la palma de la misma en señal de saludo.
Aparentemente no se observan pastores en la escena, aunque si una gallina, una cabra, dos cabritillas y un ganso, este de tamaño superior al de la cabra (el megaganso, ya extinguido)
Sin embargo, una detenida observación permite descubrir a un inocente pastorcillo que defeca disimuladamente en la orilla este del río

Día 14 de diciembre, domingo

Nuevos personajes han sido añadidos, dato este de singular relevancia para los historiadores. También se han modificado las actitudes de algunos de ellos.
De los tres Reyes Magos, Melchor ha sufrido la amputación traumática de su mano izquierda y ya no saluda (no se atreve). Peor parte si cabe se ha llevado el camello de Gaspar, al cual se le han sesgado las cuatro patas y la peana. Estas reposan en la orilla este del río, justo donde ayer se ciscaba el pastorcillo, mientras que el cuerpo del camello y el referido monarca descansan en la posición inicial.
Baltasar se encuentra orientado hacia en sentido contrario al anterior (el correcto) en actitud que puede ser interpretada como una huída (si se toma como referencia la posición de ayer) o como que pasa de largo (si se obvia el lapsus posicional)
El niño Jesús ha desparecido con cuna y todo.
La Virgen departe con el pastorcillo cagón, que yace en el suelo de espaldas a ella mostrándole sus nalgas desnudas. San José duerme en decúbito prono. A su izquierda. Los dos pajes se muestran en postura indecorosa (unos sobre otros) con el señor Smee. El propio capitán Garfio sumerge su cabeza en el río.
Ante la escena principal han aparecido una vaca lechera y una jirafa, tumbadas en decúbito lateral, una rana del tamaño de un Rott Wailer y un pingüino de unos tres metros de altura (según la escala), Peter Pan acuchilla el vientre del tranquilo bóvido indeterminado.
Descubro finalmente al niño Jesús (sin cuna) en el interior de una botella de Fontvella de 250 mililitros siendo agitado violentamente por mi hijo Daniel.

Día 15 de diciembre, lunes.

Se desconoce el paradero del niño Jesús. Varios de los pajes han sido salvajemente mutilados y sus cuerpos, junto con los de Campanilla, el Arcángel San Gabriel, Mowgli y un enanito de Blancanieves verde descansan apilados en una especie de fosa común. Spiderman está sentado encima de un rinoceronte africano y parece estar lanzando telarañas sobre Baltasar, que no ha podido huir y se encuentra tirado en el suelo con su camello y todo.
Una cinta de video de Bambi oculta parte de la escena.

Día 16 de diciembre, martes

Aún no se ha pedido rescate por el niño Jesús. Cataclismos universales. La luna parece haberse desprendido del cielo y cuelga del mismo, en cuarto renqueante. De hecho, parte del cielo se ha descolgado El río ha cambiado su curso, y sus plateadas aguas están arrugadas y hechas una bola de papel Albal.
El prado es un dantesco campo de batalla en el que no se registran señales de vida humana ni animal.

Día 17 de diciembre, miércoles

La Virgen, San José, los reyes, los camellos, los pajes, el Arcángel, el pastorcillo cagón, la cabra, la mula, el bóvido indeterminado, el megaganso, la cabra, los cabritillas, la gallina, los animales, la colección de personajes Disney, el cielo, la luna, el río plateado y el prado están en una bolsa de plástico en la puerta. En su lugar se apilan cuatro hileras de cintas de video.
No hay noticias del niño Jesús

El Dragón Sito

Érase una vez, en un reino muy lejano, que habitaba la última familia de dragones que quedaba en la tierra. Vivían en el cráter de un enorme volcán, tan alto que nadie se atrevía a escalarlo. Es por eso que llevaban una vida muy tranquila.

En el interior del volcán había una profunda mina de donde sacaban su alimento favorito, el carbón, imprescindible para poder soltar terribles llamaradas por sus fauces. Para encender el carbón, todas las mañanas abrevaban en un gran río de lava para desayunar. La lava, incandescente, encendía el carbón y ya tenían combustible para soltar fuego todo el día.

De hecho, el dragón Zote, después de tragar litros y litros de lava, soltaba un sonoro eructo y lanzaba una gran llama en señal de que le había sentado bien. El dragón Sito, su hijo, no conseguía hacer saltar más que unas pocas chispas, pero de todos es sabido que el estómago de los niños dragones, aún lleno de leche materna, no está preparado para hacer de lanzallamas.

Sito casi nunca se alejaba del hogar familiar. Su mamá, la dragón Zota, siempre le advertía:

- No te alejes de nosotros si te vas a jugar. Puede que, algún día, aparezcan esos míseros humanos y te quieran cazar, como ocurrió con tus tíos, y tus primos, y tus abuelos, etc, etc, etc.

Era por eso que sólo quedaban ellos, ya que entre los humanos era frecuente la costumbre de matar dragones como muestra de valentía.

Uno de esos humanos era el caballero Don Rodrigo, que era un tipo muy peculiar. Paticorto y cabezón, cuando se ponía su armadura difícilmente podía dar un paso, ya que las armaduras estaban fabricadas para caballeros de piernas más largas, y él apenas alcanzaba a tocar el suelo de puntillas cuando se metía dentro.

Don Rodrigo estaba muy agobiado porque, habiendo cumplido ya los cuarenta años, aún no había conseguido echarse ninguna novia y ya, más que en edad de merecer, estaba desmereciendo un poco.

Le tenía el ojo echado a una princesa de aquel reino, la cual era famosa porque nadie allí ni en ningún otro reino, sabía si era más bella o más engreída. La princesa, que sabía que sus primas se habían casado con valientes caballeros que habían sido capaces de matar un dragón por ellas, y que sabía también que era la más guapa de todas las primas, le tenía dicho a don Rodrigo cuál era la prueba de amor que ella exigía.

- Tendrás que matar un dragón por mí – dijo la princesa
- ¿Un dragón? – respondió Don Rodrigo – pero si ya casi no quedan. Los maridos de tus primas prácticamente han acabado con ellos.
- Ahhhhh, se siente. No me casaré con ningún caballero si no es capaz de matar a un dragón por mí. Con algo tendré que hacer la alfombra del salón de mi castillo, digo yo...

Don Rodrigo, que el día que repartían el valor estaba en casa con gripe, no tenía ninguna gana de enfrentarse a un dragón. Es más. Los dragones no le habían hecho nada malo, y más ganas le tenía al herrero que le había hecho la armadura con unos perniles tan largos.

Pero claro, todos sus compañeros de promoción de la Real Academia de Caballeros Andantes ya estaban bien casados con damas de la nobleza, y el que más y el que menos, había matado dragones, glifos o minotauros como prueba del amor que le tenían a sus esposas.

Así que, una mañana, muerto de miedo, hizo de tripas corazón y, antes de partir, se plantó bajo la almena donde la princesa tenía su dormitorio y le gritó:

- Princesa, mataré un dragón por ti – dijo, y luego, por lo bajinis – aunque sea uno chiquitito

Y emprendió camino, siguiendo los mapas, hacia las regiones más áridas del reino, donde antaño habían vivido tranquilas familias de dragones, glifos y minotauros, de los cuales, salvo por Sito y sus padres, ya no quedaba ninguno.

Y caminó y caminó durante una semana, hasta que se encontró con una señal de tráfico triangular en la que, dentro de un triángulo rojo, un dragón negro desplegaba sus alas. Como todo el mundo sabe, esa señal significaba “Peligro, Dragones Sueltos”

Así que lo más sigilosamente que pudo (como recordareis, don Rodrigo siempre andaba de puntillas), se acercó a la falda del volcán, esperando encontrar desprevenido algún dragón despistado.

Como ocurría a menudo con los niños dragones, Sito no le hizo ni caso a las advertencias que le hizo mamá, y en un descuido de sus padres, se fue a jugar por los alrededores del volcán. Estaba tan entretenido intentando prender de un chispazo un manojo de paja seca, que no se dio cuenta de la presencia de Don Rodrigo

El humano, al ver un dragón tan pequeñito, pensó que ese valdría, ya que la princesa no había especificado el tamaño de la alfombra que quería. Así que con mucho cuidado de no hacer ruido, preparó su arco y su flecha, tensó la cuerda y se dispuso a disparar.

- Uno, dos y ...

Y a la que iban a hacer tres, una gigantesca llama le chamuscó el trasero. Tan concentrado había estado en no hacer un ruido que espantara al pequeño dragón, que no se había dado cuenta de que por detrás se le acercaba el dragón Zote, el cual hizo un asado de posaderas de caballero en un momento. Don Rodrigo corrió, corrió y corrió tanto, que tardó media mañana en hacer el camino de vuelta al castillo, aquel que en la ida le había llevado una semana.

El dragón Zote regañó a Sito por haberle desobedecido y hay incluso quien dice que llegó a darle un azote en el culo, aunque esto no está comprobado, porque, como todo el mundo sabe, en aquellos tiempos estaba muy mal visto que los papás dragones le dieran un azote a sus hijos descarriados.

Nunca más se vio un humano por aquellos lares. Ninguno, tras ver que Don Rodrigo tardó dos años enteros en poder sentarse derecho, se atrevió a volver por allí.

Además, hubo algo en lo que Rodrigo acertó. Cansado de la altiva princesa a la que pretendía, consiguió emparejarse con una duquesa, heredera de un ducado de la costa. Como prueba de su amor hacia ella, en vez de matar a ningún animal, el caballero le puso a su nombre un chalet junto a la playa. Esa costumbre fue imitada por el resto de caballeros, ya que era mucho menos peligrosa, pero igualmente efectiva. De hecho hoy, en nuestros días, sigue siendo una costumbre muy arraigada. Pero eso, hijos míos, es otra historia. Lo que sí puedo deciros es que, no muy lejos de aquí, fue donde don Rodrigo y su amada vivieron felices por el resto de sus días y si vais con vuestro papás hacia Málaga, podréis ver un cartel en la carretera que indica el lugar “El Puerto de la Duquesa”

De los dragones, nunca más se supo, y se les da por extinguidos, aunque me parece que cuando en verano hace tanto calor, es porque por ahí hay alguien que se ha tomado un buen trago de lava para desayunar.

Al filo de lo invivible

De cómo llegué a esta situación prefiero no hablar. Es un cúmulo de circunstancias que no vienen ahora al caso.

Tomé conciencia del estado de las cosas cuando recibí una carta de la Sociedad Internacional de Alpinismo, fechada el catorce de marzo pasado y remitida por el presidente de dicho organismo, Sir Wallace Mountain, desde la sede central de Southampton. Mr. Mountain me expresaba, en primer lugar, su más sincero agradecimiento por mi aportación al mundo de la escalada de una nueva cota, un nuevo pico de los denominados “ochomiles”, lo cual suponía un evento sin precedentes. Esto incluía a España, anclada en los 3718 metros del Teide, en el mapa de la elite alpinista mundial. Por otra parte, me emplazaba para tratar, en una entrevista personal, la posibilidad de organizar una expedición para conquistar la cúspide por primera vez.

En principio quedé perplejo. No tenía ni idea de a qué se refería el tal Sir. Fue tras el desayuno, que me dispuse a dejar el menaje en el fregadero, cuando caí en la cuenta de la gravedad del asunto. Una montaña de platos, vasos, ollas, cacerolas y demás utensilios de elevaba en la pila hasta donde no alcanzaba mi vista. El pico no era divisable por la nubosidad que lo envolvía, pero podía contemplar hielo en platos situados por encima de los 3000. Tampoco era alarmante. Los había usado en navidad para montar unas claras a punto de nieve.

Una persona como yo, que no se deja impresionar fácilmente, no le hubiera dado mayor importancia. Sin embargo, hubo un hecho que me conmocionó y modificó a partir de entonces mi vida rutinaria. Y fue que, al proceder a servirme un vaso de agua para reponerme de la impresión, comprobé que no quedaba ninguno limpio. Y no sólo eso. Tampoco quedaban platos ni cubiertos.

La disyuntiva era clara. Fregar o comprar. Durante días medité el asunto, en tanto usaba desechables y recipientes plásticos de comida preparada. Por fin, llegado el verano, decidí acometer la ascensión y comenzar, aprovechando las vacaciones veraniegas, la ardua tarea de fregar los platos acumulados.

Lo que se relata ahora es el cuaderno de viaje de dicha empresa.


1 de Julio, sábado.

Comienzan mis vacaciones. Estoy saliente de noche, así que dedico el día a dormir para reunir fuerzas.

2 de julio, domingo

He preparado dos mochilas. En una he incluido alimentos, material de escalada, logística e infraestructura variada. Ropa de abrigo, linternas, el móvil, un ordenador portátil con conexión inalámbrica a internet (para leer el Marca a diario) y una tienda de campaña. En la otra, vajilla que había ido acumulando en la bañera por falta de espacio, con la intención de elevar algo más la cota y superar, en la medida de lo posible, los 8848 metros del Everest.

3 de julio, lunes

Intento reclutar a mi madre como sherpa. Me dice que me peine. Apelo a su solidaridad, Lo consigo. Me dice que contrate a alguien que se ocupe de mis tareas domésticas, que cree empleo. Me niego. Soy un hombre de principios, y en principio no tengo un duro.
Son los primeros obstáculos que me encuentro. No flaqueo. Mayores adversidades me he de encontrar.

4 de julio, martes

Soborno a dos cucarachas del cuarto de baño para que me acompañen. Las llamo Mulepati y Dorjie, en homenaje a la pareja que contrajo matrimonio en la cima del Chomolougma en 2005. Todo está preparado. Mañana partimos

5 de julio, miércoles

Comienza la ascensión. El día es soleado y caluroso, 37 grados a la sombra. Escogemos la cara norte, la que da al grifo del fregadero. Ha sido una difícil elección. Es la cara más húmeda, pero parece la más accesible. La cara sur añade metro y pico más de la altura de la encimera. Tampoco vamos a excedernos.

6 de julio, jueves.

Acampamos en una paellera que usé en septiembre. Que bien lo pasamos aquel día. Fue la primera vez que le cogí el punto al arroz. Mulepati y Dorjie prueban algunos granos del socarrat que, aunque algo descompuestos, conservan el sabor y me dan su aprobación.

7 de julio, viernes.

¡Coño, el cenicero! Lo había echado en falta. Ya no tendré que usar los vasos vacíos de yogur. Hemos alcanzado los dos mil metros. Lo celebramos con comida rápida. Nos ventilamos una olla de callos en diez minutos. Añado la olla vacía a la mochila de menaje. Batiremos el record, seguro.

8 de julio, sábado

Mulepati y Dorjie han discutido. Esto ha enturbiado el cordial ambiente que se respiraba. Para colmo, leo el Marca on line. España ha caído en cuartos con Trinidad y Tobago. Guardamos un minuto de silencio, que estas malditas cucarachas no respetan porque no dejan de insultarse. Comienzo a impacientarme.

9 de julio, domingo

Hace frío. Las fuerzas flaquean. Llegamos a los cuatro mil y ni lo celebramos. El silencio es desalentador. Intento mediar entre mis sherpas, sin éxito. Debo sobreponerme. Llamo a mi madre por el móvil. Me dice que me abrigue. Me pongo una trenca.

10 de julio, lunes.

Contemplamos un curioso paisaje. Ha crecido un maizal en una cacerola. Al parecer, granos de maíz de una ensalada que hice en enero han germinado. Tomo fotos con la cámara del teléfono. Es increíble. A estas alturas. Hacía días que no hallábamos vegetación.

11 de julio, martes

Al menos, se han reconciliado. Eso ha añadido una nota de alegría. Sin embargo, las noto apagadas. Se mueven con mucha lentitud. Debe ser el frío. Nos cuesta mucho trabajo respirar. No es sólo la falta de oxígeno. Los gases de la descomposición de los alimentos se acumulan a partir de estas cotas. Debí traerme bombonas y mascarillas, pero claro, siempre quiero hacer las cosas del modo más difícil, y así me va.

12 de julio, miércoles.

Hoy hace una semana que partimos. Esto es una mierda. Los científicos aseguran que en caso de invierno nuclear, sólo sobrevivirían las cucarachas, y estas dos desgraciadas la han palmado a las primeras de cambio. Murieron abrazadas mientras dormíamos. Debí traerme a mi madre. Ella sí que tiene aguante. Monto el campamento base en los 7500. A partir de aquí estoy solo. Me replanteo mi vida. Cunde el desánimo.

13 de julio, jueves.

Cada vez es más difícil. Sólo he avanzado 500 metros. Se me han congelado las lentillas. No me siento las piernas. Anoche tuve una pesadilla. La montaña se desmoronaba bajo mis pies y tardaba semanas en recoger los fragmentos. Comienzo a tener serias dudas sobre el éxito de la empresa.

14 de julio, viernes.

Hoy no he progresado por la ventisca. He llamado a mi padre para felicitarle el cumpleaños. Me dice que cuándo voy a ir a verlos. No puedo con tanta presión. ¿Y si cambio de piso y lo dejo todo intacto? Mal síntoma. Tengo que descansar. No puedo rendirme ahora.

15 de julio, sábado

Por fin mejora el tiempo. He retomado la marcha con renovados bríos. Con un poco de suerte mañana corono. 8450 y subiendo

16 de julio, domingo

Para haberme matado. Puse el pie en un cucharón de sopa que parecía estable y por poco me despeño. He tardado medio día en reponerme del susto. 8750. Lo voy a conseguir

17 de julio

Por fin. Lo logré. Hoy es uno de los días más felices de mi vida. Coroné a 8830 metros, pero vacié la mochila y finalmente suman 8847,9. He apoyado una espumadera entre dos sartenes y con ello alcanzo los 8848,3. Record mundial. He llorado durante media hora. Primero de la emoción. Luego ha sido peor. He rebuscado en la mochila. La he vaciado por completo, pero la cruel realidad me ha golpeado con dureza. Me he dejado abajo el mistol y el estropajo. Tengo que volver.