La República
ꟷSeñor, y ahora… ¿Qué hacemos?
ꟷ preguntó nervioso el vicepresidente.
Observaban el exterior desde
el despacho presidencial. Todos los ministros aguadaban instrucciones. El pueblo
había tomado las calles esgrimiendo pancartas intimidatorias, coreando
consignas contra el poder establecido y quemando banderas con la corona.
ꟷ ¿Ahora? Ahora hacemos lo de
siempre. Echar la culpa a los otros. Al primero al hijo de puta del Rey. El muy
cabrón nos deja con las vergüenzas al aire justo cuando los sondeos nos tiran
por tierra. Hablaremos de su irresponsabilidad con la nación, de su decisión
inconstitucional de no abrir el proceso sucesorio. Echaremos la culpa a la
oposición por su insistencia en maquillar el bochorno de la Monarquía,
señalándonos a nosotros como culpables del deterioro de su imagen. Y culparemos
al pueblo, por supuesto. Por tomar partido en algo que no les competeꟷ replicó
el presidente, asqueado.
Se hizo un silencio incómodo
entre los ministros, que se miraban unos a otros.
ꟷSeñor… no podemos decir al
pueblo que no es asunto suyo. Estamos en una democraciaꟷ dijo tímidamente el ministro
del Interior.
El presidente le miró furioso.
ꟷ¿Desde cuando esto es una
democracia, imbécil? ¿Piensas que van a seguir creyéndose el cuento de las
urnas? ¿O acaso has olvidado quién nos pone en estos despachos? ¡Mira las
calles! ¡No se están peleando entre ellos! ¡No están divididos! ¡Nos señalan! ¿Cuándo
nos han señalado todos a la vez? La única solución es convencer al Ejército
para que salga a las calles. Hay una Constitución que cumplir y ellos tienen la
obligación de protegerla. Aquí no se puede hacer lo que diga el pueblo o nos
vamos todos al carajoꟷ replicó el presidente, visiblemente alterado.
ꟷLos generales van a obedecer al Rey. Tienen
orden de no intervenir. Y la decisión es de la Familia Real al completo. Hay un
documento en el que los Borbón-Dos Sicilias, los Marichalar, los Urdangarín,
los Orleans, los Landaluce y los Habsburgo se comprometen a no aceptar el trono.
Lo han acordado entre ellos. Tendríamos que irnos al puesto treinta y traernos
a una italiana que no la conocen ni en su casa. Y eso no nos lo van a tolerarꟷ
dijo la ministra de la Presidencia.
El presidente se sirvió un
wiski hasta el borde. La ministra continuó.
ꟷEl artículo 57.3 nos capacita
para decidir en las Cortes. Pero cualquier decisión que tomemos en este momento
tendría consecuencias catastróficas para nosotros.
ꟷ¿Qué dice la oposición?ꟷ
inquirió el ministro de Sanidad.
ꟷEstán tan confundidos como
nosotros. No se explican esta decisión. Han defendido siempre a la Familia Real
y estaban convencidos de que irían hasta las últimas consecuencias. Están tan
cagados que dicen que nos apoyarán en aquello que decidamosꟷ informó la ministra
ꟷ¡Son unos hijos de puta traidores!
Quieren abocarnos a la República ahora, cuando saben que arrasarían en la
elección del jefe de Estado. Nos vamos a la mierdaꟷ advirtió el presidente.
ꟷYa, pero ¿cómo explicamos que
somos nosotros los que no la queremos? ꟷ preguntó el vicepresidente.
ꟷ¡Nosotros siempre hemos
tenido un compromiso monárquico! ¡Sois vosotros los republicanos! ¡Explícalo
tú, si es que quieres mantener tu chalé en la Moraleja! ꟷ chilló el presidente
a su coaligado vicepresidencial.
ꟷA nosotros poco nos habéis
dejado hacer. No pretendas que ahora saquemos las castañas del fuegoꟷ replicó éste.
Las sirenas de la policía se
abrían paso entre la muchedumbre. El ministro de Agricultura aprovechó la pausa
para intervenir.
ꟷLo que no entiendo es por qué
tiene que afectarnos todo esto. Instauramos la República, le decimos adiós con
la manita al Rey y a su familia, que se lo van a pasar de cine en Abu Dabi, y
seguimos viviendo del cuento. Si tenemos que irnos cuatro y ocho años a la
oposición, ¿qué más da? Volveremos. ¿No os parece que hacéis una montaña de un
grano de arena?
ꟷSiempre me he arrepentido de
darte un ministerio. De no ser por tus padrinos, jamás me habría decidido por
alguien tan inútilꟷ espetó el presidente.
El ministro de Agricultura se
disponía a balbucear algo cuando el gobernante prosiguió.
ꟷNo se trata de los peones,
los alfiles… Se trata del tablero. Llevamos cuarenta años jugando al ajedrez,
sí, pero es la primera vez que el pueblo nos vuelca el tablero. Si su presión
ha echado de la nación a los monarcas… ¿cuánto tiempo crees que van a tardar en
echarnos a nosotros?
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