Daniela
Daniela era la fruta del deseo,
un ángel conjugando el verbo amar,
un sueño pornográfico en mi alcoba.
Daniela era una gata en el recreo,
un cuento complicado de contar
sin más Caperucita que la loba.
Daniela era un erótico paseo
con pausa en cada mínimo lunar
y trenzas con reflejos de caoba.
Daniela era la diosa de este ateo
que no tenía a nadie a quien rezar
y nunca había sido un casanova.
Daniela era un ardiente ronroneo,
un junco femenino y singular,
un tibio resplandor de supernova.
Cansada de bailar con el más feo,
prendió una hermosa hoguera en el altar,
guiñó y se fue volando con su escoba.

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