El Descuartizador
En el semáforo todo el tráfico estaba detenido. El vehículo
policial pasó como una exhalación. El fax había sido muy claro. Un chivatazo
daba la ubicación exacta del escondite del descuartizador y tenían que llegar
antes de que la última desaparecida perdiera la vida.
Se trataba de una nave industrial del polígono,
aparentemente abandonada. La llegada de los coches de patrulla aparatosa. No había
que pillarle in fraganti. Más bien de atemorizarle para que optara por huir en
vez de destripar a la joven Verónica, que había desaparecido dejando su coche
en medio de la calle, con el motor en marcha y reproduciendo “Te felicito” de
Shakira en Spotify
Sin embargo, el descuartizador esperaba a la entrada de la
nave. Un tipo de unos cuarenta años, completamente desnudo, que traía a
Verónica de la mano. En la otra, mostraba un cuchillo de carnicero de
dimensiones considerables.
Todos los agentes le apuntaron con sus armas. El
descuartizador hizo un gesto de perdón al juntar sus manos y entregó el
cuchillo a Verónica. Acto seguido se tiró al suelo y empezó a hacer flexiones.
“Este tipo está loco de remate”, dijo un agente.
Pero todos quedaron petrificados cuando Verónica comenzó a
asestar cuchilladas a su raptor, hasta que tuvo que ser abatida de un disparo.
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