El descuartizador (Tercera parte)
—
Verá señor intendente. Estoy en
condiciones de afirmar que los secuestrados son ocultados en una nave del
polígono industrial, y que allí les descuartizan – aseveró la voz al otro lado
del teléfono.
—
No sé si podemos creerle, podría ser usted mismo
el asesino y darnos una pista falsa. ¿Puede usted identificarse? – preguntó el
oficial, haciendo una seña al técnico.
— No, no lo haré. Anote la dirección. Y deje de fingir confusión, se que intentan entretenerme para localizar la llamada
Anotó detalladamente la dirección recibida y activó un dispositivo de emergencia. Hacía menos de media hora que habían encontrado el coche de una joven sin rastro de la propietaria.
Colgó el teléfono antes de que pudieran rastrearle. Salió del locutorio y se cerró la cazadora. Había bajado mucho la temperatura y el frío calaba en sus castigados huesos. No había sido fácil hacer esa llamada. Ya hacía mucho que sabía lo que pasaba en la nave. Con dolor había mirado para otro lado, pero era necesario poner fin a tanta barbarie. Rompió a llorar. Al fin y al cabo, uno no se queda tan ancho después de delatar a su propia hija.
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