La insólita historia del reloj estresado
No aguanto que el reloj esté atestado
de todo lo que tengo por hacer,
del banco, del trabajo, del taller,
de tanto deambular para otro lado.
Se ve que el segundero está lastrado,
por todo lo que no he zanjado ayer,
y queda algún pequeño menester,
que tiene al minutero preocupado.
Prefiero rellenar de ti mis horas,
ocultos y escondidos en burbujas,
que el tiempo no nos haga ningún mal.
Y aparte de mis ansias soñadoras,
por no sobrecargar a las agujas,
mejor compro uno nuevo, digital.
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