domingo, mayo 23, 2021

¡Cuac!

 

Cuac

 

 

-        Bienvenidos a mi consultorio. Yo soy Madame Porcule. – se presentó la vidente dibujando una amplia sonrisa en su rostro

-        Buenas tardes. Yo soy Patty y él es Roberto. ¿Somos los primeros en llegar?

-        Sois una pareja encantadora. Me da mucho gusto recibiros. Y no, ya estamos todos. Venid conmigo – e, indicando, ceremoniosa, una puerta, les hizo pasar a una acogedora salita. – Pasad, sentaos en las dos sillas libres que están juntas, yo me quedo con la otra

-        Buenas tardes – dijeron los recién llegados al sentarse

-        Buenas tardes – respondieron a coro las tres personas que ya estaban sentadas alrededor de una mesa redonda.

-        Si les parece, podemos hacer una ronda de presentaciones para que todos nos conozcamos un poco antes de empezar, y ya después iniciamos la sesión

Todos se miraron de reojo sin tomar ninguna iniciativa, por lo que la médium se dirigió a un desgarbado hombrecillo que se sentaba a la izquierda de Roberto

-        Empiece usted, si no tiene inconveniente.

-        Me llamo Ernesto Beas de Segura y Pérez de Tudela. Soy el director financiero de Burger King España – explicó con cierta petulancia mientras revisaba la pulcritud de su traje. – Recientemente enviudé y solamente mi difunta conocía la combinación de la caja fuerte de nuestra villa. Dentro hay unos documentos esenciales que necesito recuperar.

-        Comprendo – dijo Madame Porcule. – ¿Qué me dice de usted? – preguntó a la señora que ocupaba el lugar entre el hombrecillo y ella.

-        Mi nombre es Engracia y me dedico al servicio doméstico. He estado cuidando de mi madre hasta su fallecimiento y siento una culpa enorme por no haber sido la hija que ella deseaba. Necesito saber que ella está bien y que me perdona – sollozó mientras se enjugaba las lágrimas con un pañuelo extraído del sujetador

-        Muy bien, Engracia, intentaremos sacarla de su problema. – y, mirando a su izquierda, se dirigió a una masculina señorita con un ajustado vestido de licra – Bien, bien, y ¿a quién tenemos por aquí?

-        Soy Daniela. Aunque anteriormente era Daniel. Mi padre me retiró el habla por implantarme el pecho y nunca me atreví a operarme completa. Ahora que ha muerto, siento que no puedo hacerlo sin obtener su permiso – dijo con una voz que bien podía haber doblado a Clint Eastwood en El Sargento de Hierro

-        Muy bien, querida. Seguro que lo consigues. Solo faltáis vosotros, linda pareja. Las damas primero, por favor.

-        Me llaman Patty, por Patricia. Soy técnico en informática y la novia de Roberto. Echo mucho de menos a mi abuela Dolores y me gustaría saber si está bien. Y de paso, si me da la receta de su pisto mucho mejor.

-        Bueno, querida, me temo que una receta es algo demasiado extenso para una ouija. Pero nos aseguraremos de que está bien. Y tú debes ser Roberto, obviamente. – inquirió al barbudo joven que acompañaba a Patty

-        Eso es. Soy Roberto, y soy el presidente de la Asociación Vegana Española. Bueno, los dos somos veganos y mi motivo para estar aquí era probar ese famoso pisto que, me temo, no voy a catar

-        Pues eso del AVE no suena muy vegano… - dijo el financiero con retintín

-        Cargarse el planeta con la ganadería intensiva no suena muy humano – respondió secamente el joven.

Antes de que Ernesto pudiera responder, la nigromante cortó el conato de discusión

-        ¡¡¡¡¡Silencio!!!!!

 

      Todos quedaron petrificados por el súbito y severo grito de Madame Porcule. Y de nuevo sonriente prosiguió:

 

-        Bien. Pongamos todos los índices de la mano derecha sobre el vaso. Espero que a ninguno se le ocurra empujarlo deliberadamente o me veré obligada a invocar a algún íncubo bisexual que le acompañe de por vida.

       Encendió varias velas del candelabro que colgaba sobre sus cabezas y dando dos palmadas se apagaron las luces de la estancia

 

-        Comencemos. – dijo, solemne. - ¡Oh, espíritus errantes de la noche, ánimas vagabundas e irredentas, venid a nosotros y conducidnos a nuestros seres queridos, sed el eco de nuestros anhelos en la oscuridad infinita de las tinieblas! ¡¡¡Venid a nos…!!!

De repente, el vaso se desplazó violentamente hacia la letra C, arrastrando consigo el amasijo de índices y los miembros a los que estaban sujetos. De allí zigzagueó hacia la U, la A y, finalmente, la C.

 

-        ¿Cuac? – dijo Daniela Eastwood, perpleja

-        ¡Oh, Dios mío! – Patty palideció aterrada cubriendo su rostro con las manos. - ¡No puede ser!

-        ¿Qué dices, Patty? – interrogó, Roberto, perplejo.

-        ¡Puedo explicarlo, te lo juro! – respondió Patty, echándose a llorar

-        La comehierba le ha puesto los cuernos con el pato Donald. – se burló el hombrecillo.

-        Este espíritu no es humano. – dijo Madame Porcule, alargando las sílabas en tono misterioso

-        ¡¡Sabía que no debía hacerlo!! ¡¡Perdóname, por favor, Roberto!! – suplicó Patty

-        Pero… ¿se puede saber qué demonios tengo que perdonarte? – gritó Roberto a punto de perder la paciencia

 

Una inexplicable ráfaga de aire helado apagó las velas

 

-        ¡Sus muertos! – gritó Engracia

-        ¡¡Encienda las luces, hija de puta!! – bramó enfurecido el hamburguesero.

 

Sonaron dos palmadas y se hizo la luz

 

-        Vamos a dejar a los muertos al margen por un momento, Engracia. – corrigió la vidente, y, dirigiéndose a Patty, preguntó – A ver, alma de cántaro. ¿Se puede saber qué es lo que has hecho?

 

Patty tardó unos minutos en recuperarse, en medio de la impaciencia de Roberto, de los reproches del trajeado directivo y la mediación de la espiritista. Finalmente, entre sollozos, se recompuso y, asiendo las manos de su novio, dio la ansiada explicación.

 

-        ¿Recuerdas que el viernes salí con las chicas? – Roberto asintió – Ya sabes que ellas siempre se burlan de nosotros por ser veganos. Habíamos tomado varias cervezas antes de la cena y empezaron con las bromas.

Se detuvo unos instantes a sollozar y prosiguió, ante la atenta mirada de los cuatro espectadores.

 

-        El caso es que se empeñaron en ir a un asador y no había platos estrictamente veganos. Hasta las ensaladas llevaban huevo o atún y pusieron pegas a preparar una solo con verdura. Y entre bromas terminé por pedirme un magret de pato… ¡¡y estaba delicioso!!!

-        ¡¡¡No me lo puedo creer!!! – exclamó Roberto, echándose las manos a la cabeza

 

Patty rompió a llorar de nuevo estruendosamente. Engracia se levantó de su asiento y fue hasta ella a abrazarla.

 

-        No llores, mujer. No tienes que sentirte culpable por que te guste la carne. – y, dirigiéndose a Roberto, gritó - ¿Qué pasa, que eres de los que controla hasta lo que come?

-        Señora, yo no controlo nada. Ella decide libremente su alimentación y sabe perfectamente lo perjudicial que es para la vida en el planeta la dieta cárnica. – se defendió el novio

-        Yo lo sé… ¡¡¡Pero la carne está muy buenaaaaa!!!! – gritó Patty a lágrima viva

 

Daniela se puso en pie. A simple vista, sentada, no se apreciaba su musculatura ni su metro ochenta y cinco. Se aproximó a Roberto

 

-        Mira, imbécil. Como yo me entere de que impides que coma carne cuando le apetezca, te meto un calabacín por el culo hasta que me pidas otro

-        Pero ¿a qué viene esto? ¡Si yo no la he obligado a nada!

-        Tiene razón. Él no me obliga. Realmente yo me siento concienciada con el consumo vegetal. Lo que pasa es que a veces tengo tentaciones y, por no decepcionarle, me privo. Él no tiene la culpa.

-        Espero, Madame, que no tenga la desvergüenza de cobrarme por este esperpento de sesión. Yo necesito saber la combinación de mi caja fuerte y no presenciar una ridícula pelea de herbívoros enamorados

 

Daniela de volvió con fiereza hacia Ernesto, el cual, tras dar un respingo en su asiento, sacó la cartera y extrajo cincuenta euros, que deslizó por la mesa hacia Madame Porcule

 

-        Tome, tome…

-        Cariño, no pasa nada, de verdad. Yo creo que esto lo podemos hablar en casa… - intentó conciliar Roberto

-        Sí, por favor. Me siento avergonzada. ¡Valiente espectáculo he dado!

-        Olvídalo, cariño. Son cosas que nos pueden pasar a todos – y, hablando para todos, invitó - ¿Les parece que continuemos la sesión, ahora que estamos todos más tranquilos?

Todos afirmaron con la cabeza. Volvieron a colocar sus índices sobre el vaso y, tras el ritual de encendido de velas y apagado de luces por bulerías, Madame Porcule repitió la invocación

 

-        - ¡Oh, espíritus errantes de la noche, ánimas vagabundas e irredentas, venid a nosotros y conducidnos a nuestros seres quer…

 

De nuevo, el vaso arrastró los dedos de los asistentes, esta vez hacia la O. De ahí se deslizó hacia la I, luego hacia la N y finalmente hacia la K, para detenerse.

 

-        ¿Oink? – preguntó Daniela en voz alta

-        ¡¡Oh, no!! – exclamó Roberto

 

 

 

 

Cero

 

Aquella fría mañana de noviembre, plagada de amenazadores nubarrones, parecía augurar el infortunio.

-        ¿A qué piso va usted? – preguntó una desconfiada señora agarrando con ambas manos el monedero y mirando de arriba abajo a su compañero de ascensión.

-        ¿Y usted? – respondió su interlocutor.

Habría pasado inadvertido en cualquier lugar, con su aspecto estandarizado, su abrigo gris y su rostro insulso, de no ser por el carrito de la compra que empujaba.

-        Yo voy al tercero. – dijo la señora, desconfiada.

-        Pues yo voy al cuarto.

-        En el cuarto no vive nadie. – deslizó la señora del monedero, mirando de reojo por el espejo el carrito del extraño.

-        Bien, subiré a comprobarlo.

No cruzaron ni una palabra más hasta que el ascensor se detuvo en el tercer piso. La señora salió del habitáculo y murmuró algo parecido a una despedida, correspondida con un seco movimiento de cabeza por parte del sujeto. Una vez solo, pulsó el botón del cuarto y, cuando se encontraba entre ambos pisos, el botón de parada. Se giró hacia el espejo y empujó con el dedo lo que parecía un tornillo herrumbroso. Contempló un par de segundos su reflejo y dio un paso al frente, atravesándolo.

En el otro lado fue recibido por el mostrador de una peculiar carnicería y un exótico carnicero.

-        Hola, Ramsés. – saludó el recién llegado

-        Te he dicho mid veced que ze dice Damzed. – respondió el carnicero.

Era un homínido semi reptiliano, escamado en verde, aunque con pelo en pecho y axilas. Se erguía sobre sus patas traseras y manejaba las delanteras con destreza. Su rostro mostraba una amplia sonrisa, con una perilla de chivo y una corta trompa por nariz.

-        Lo que tú digas. ¿Tienes chuletas de octoporcino? – consultó el cliente.

-        Padece mentida que ded octopodcino quiedad daz chuletad y no daz pataz. – replicó el tendero

-        Eso es porque no has probado el cerdo ibérico, majadero. Ponme un par de chuletas y una morcilla de Saturno. – concluyó

-        Vaya dezpeddicio venid hazta aquí zodo pod tan poca coza – dijo el alienígena mientras colocaba sobre la tabla de cortar un gigantesco chuletero – Ademaz, eztaz muy dezmejorado.

-        Mañana salgo de viaje a China. Además, sabes que sobrevivo a base de los antirretrovirales que Chantalle descubrió a los de GSK.

Un golpe seco del hacha abriéndose paso entre dos vértebras de octoporcino hizo al visitante dar un respingo. Una pegajosa baba procedente de la trompa del carnicero cayó sobre la chuleta recién cortada.

-        Zi, fue una putada do ded ZIDA. ¿Cómo iban a zabed doz madcianoz que vueztro ziztema inmune era tan bdandengue?

-        Bueno, tal vez deberían haber tenido el detalle de no abducir y violar a tanta gente durante los ochenta y no pegarnos nada – protestó airado el comprador

Un segundo tajo seccionó la musculatura intervertebral del bicho, separando una segunda chuleta. La trompa seguía goteando sobre la vianda.

-        Je, je. Do tuyo con Chantad no ze puede llamad pdezizamente viodación… - se burló el inagotable productor de baba.

-        Me jodió la vida. Y yo no pedí que pasara nada.

-        ¿No zabez nada de ella?

-        No, hace 25 años que la vi por última vez

-        Bueno, en ed ezpacio ed tiempo ez dedativo, pada ella iguad han pazado zodo un pad de zemanaz

El dependiente empaquetó las chuletas babeadas en una bandeja de corcho blanco, mientras el hombre del abrigo gris reprimía una mueca de asco. Iba a tener que lavar a fondo esas chuletas. El carnicero, mientras tanto, descolgó un cilindro carnoso rodeado de anillos concéntricos y comenzó a envolverlo.

-        ¿Quiedez llevarte carrilladaz de mozca venuciana? Ed otdo día Iked ze llevó y de guztadon muzcho

-        No gracias, con esto es suficiente

-        ¿A qué te dedicaz ahoda? – preguntó por cambiar de tema

-        Trabajo para Dabiz Muñoz, el chef. ¿Le conoces? – el alien hizo un gesto de negación -. Claro, ¿cómo ibas a conocerle? Viajo por el mundo en busca de nuevos condimentos, salsas, recetas exóticas, cualquier cosa que pueda usar de forma novedosa en sus platos.

-        Muy intedezante. Pod ezo te vaz a China, ¿no?

-        A China y a cualquier lugar. Ya nada me retiene aquí. Y ahora en lo único que pienso es en comerme esas chuletas y en coger mañana el avión

-        Bueno, me ha alegdado vedte. Que didfdutez en Pekín

-        Voy a Wuhan, tengo que visitar su famoso mercado