Licántropo
A veces eres igual que la luna,
que lo mismo te menguas que te creces,
te llenas o te renuevas, a veces,
según te consideres oportuna.
Yo te aúllo en mi atalaya lobuna,
desde el instante en el que te apareces
hasta que en mis manos te desvaneces
dejándome totalmente en ayunas.
Huyes cuando adivinas mis latidos,
cuando en mis fauces solo encuentras besos,
cuando rozas mis dedos encendidos.
Te fugas cada vez que te confieso
que aunque ansiaras que te hubiera mordido,
yo te habría lamido hasta los huesos
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