sábado, enero 28, 2006

Amanecer S.A.

Amanecer S.A. Madrid, 21 de marzo de 2005




Bienvenido Buendía
Presidente de Amanecer S.A. España


A/A D. Juan Antonio Rivera Gorjón


Estimado señor:

Me es muy doloroso comunicarle que por motivos estrictamente empresariales, nuestros servicios dejarán de ser gratuitos a partir del próximo 1 de abril de 2005. Nos vemos obligados a tomar esta medida tras milenios en los que nuestra puntualidad, formalidad, variedad y calidad seguramente le habrán resultado plenamente satisfactorias.

Sin embargo, los gastos de mantenimiento del movimiento de rotación terrestre nos obligan a replantearnos nuestra política empresarial. Dado que para todos es vital nuestra subsistencia y la continuidad del servicio prestado, es para nosotros penoso pero obligado comunicarle que a partir de la fecha indicada, el Amanecer diario estará gravado con una Tasa de Rotación Terrestre, cifrada concretamente en 32,56 € mensuales para una unidad familiar de cuatro miembros como la suya.

Un Agente Comercial de nuestra compañía se personará en su domicilio esta semana, previa concertación de cita por vía telefónica, para cumplimentar la documentación necesaria.

Por último, quisiera constatar que el abono del servicio es de obligado cumplimiento para todos los ciudadanos ya que, para aquel que no pague, no volverá a salir el sol.




Afectuosamente:

Bienvenido Buendía

Presidente de Amanecer S.A, España

jueves, enero 19, 2006

Amor Geriátrico

- Anda, sal de debajo de la cama, no seas terco.

El anciano, que por fin había conseguido dar una cabezada, volvió en sí sobresaltado, dando un cabezazo en el destartalado somier. Esto provocó una oleada en la superficie del colchón que tambaleó a su compañera de cuarto.

- ¿Te has propuesto tirarme de la cama? - protestó ella.

- Ya te he dicho que estoy bien aquí. No pienso moverme un ápice de lo pactado - replicó, intentando desengancharse la mata cana de pelo de los muelles de hierro.

- Te has vuelto un viejo tozudo y obstinado. Si pudiera levantarme yo sola de la cama te sacaba a rastras de ahí abajo. !Cabezota!

- ZZZZZZZZZZZ - fingió.

La mujer echó los pies fuera de la cama, e intentó en vano incorporarse. Gruñó y maldijo por su incapacidad, mientras intentaba alzar el tronco empujándose hacia arriba con una manos que clavaban las uñas en el colchón. Gritó del esfuerzo.

- ¿A dónde te crees que vas, vieja loca? - recriminó el anciano intentando arrastrarse fuera de la cama

- Voy a ponerme en pie y a sacarte tirando de esos cuatro pelos que te amarras en la nuca. Tu no sabes las armas que puedo emplear - y, haciendo una pausa, recordó conversaciones pasadas en las que había usado la misma expresión, lo cual le hizo soltar una carcajada - ¡Ja, ja, ja! Recuerdo cuando tenía unas esposas... -

- Llevas treinta años amenazando con lo mismo - dijo el viejo poniéndose por fin el pie; se alisó el pijama, respiró hondo para recuperar el resuello y añadió - Y hace treinta años hubiera dado sesenta de mi vida porque me las pusieras. Ahora ya no asustas a nadie.

- Prometiste que estarías aquí para ayudarme a salir de la cama - repicó ella, dándose por vencida.

- Y aquí estoy, mujeeeeeeeer, aquí estoy

Con inesperada delicadeza para lo que podía esperarse de sus mermadas fuerzas, el anciano ayudó a su compañera de cuarto, primero a sentarse sobre la cama y luego a ponerse en pie. Ella caminó torpemente, sosteniéndose en el brazo de su acompañante, hasta alcanzar el excusado. El viejo cerró los ojos forzadamente para ayudarla a bajarse las bragas y la sostuvo cuando se sentó en la taza.

- ¡Vete fuera!, ¿o es que vas a quedarte ahí parado mirando como orino? - le increpó.

- Tranquila, no llevo puestas las gafas

El anciano salió y entrecerró la puerta tras de sí. Sin embargo se giró y escudriñó, de reojo, el reflejo que el espejo brindaba en la rendija que quedaba abierta.

- Pues bien que me espías por el espejo, sátiro - dijo la anciana con sorna

- Bah, bobadas, para lo que hay que ver - respondió, azorado por saberse descubierto.

El agua de la cisterna le avisó que ella había terminado. Volvió a forzar párpado sobre párpado y entró exageradamente a tientas en al habitáculo. Tirando de ella por debajo de las axilas, la ayudó a ponerse en pie, y luego se agachó para alzarle de nuevo la ropa interior. Volvieron a caminar lentamente hacia la cama.

- "Cuando envejezca voy a ser una viejecita ágil", decías. Valiente agilidad... - masculló el anciano entre dientes, cansado por el esfuerzo.

- Deja de quejarte de una vez. ¿Se puede saber entonces por qué estas aquí, viejo chocho?.

El anciano la acomodó en la cama y la miró fijamente unos instantes. Luego respondió.

- Estoy porque es donde siempre he querido estar.

Y dicho esto, de nuevo se introdujo debajo de la cama.

- No seas cabezota, súbete aquí arriba, hombreeeeeeeee - ofreció ella.

- No, aún no sabes cual es tu lado de la cama, así que el mío está aquí abajo.

- Pues que te cunda

- Pues buenas noches

jueves, enero 05, 2006

Confidencias

Las confidencias son como mensajes que escribes con rotulador en un globo de helio que sueltas en tu cerebro. Hacerlos bajar y mostrar lo escrito a otros es desafiar la ley de la gravedad. De la gravedad de la traición cometida, claro está.

domingo, enero 01, 2006

Gracias, tabaco

Aquella mañana de uno de enero, el cementerio municipal mostraba una inusual actividad. Se contaban por cientos los ciudadanos que acudían a dar el último adios al eterno compañero de fatigas. La larga avenida que conducía al camposanto se hallaba colapsada por el tropel que, de forma espontánea, se sumaba al homenaje. Esta vez no había habido cadenas de mensajes en los móviles, ni "pásalos", ni convocatorias oficiales o veladas. Era la respuesta espontanea del pueblo a quien tanto había compartido con todos.

La fosa era de reducidas dimensiones, aunque por otro lado no hacía falta más. La muchedumbre se agolpó en derredor de la misma, pugnando codo con codo por obtener una primera fila. Hablaban en voz baja, recordando los buenos momentos que el difunto les había hecho pasar, lo cual sumaba un respetuoso murmullo que recordaba al rezo masivo del rosario.

Un coche negro se detuvo en la puerta del recinto, luctuoso, solemne. El chófer bajó apresuradamente y rodeó el vehículo para abrir la portezuela del acompañante. El anciano necesitó ayuda para salir y sentarse en la silla de ruedas recién desplegada, en tanto el conductor acomodaba en el carrito la bombona de oxígeno que lo ventilaba. Una vez preparados, el ayudante puso en manos del viejo una bandeja de plata en la que reposaba una cajita de madera.

El público abrió paso para dejar expedito el camino hasta la fosa. Avanzaban con dificultad, ya que el ayudante tenía que empujar a la vez la silla y el carrito auxiliar. Todos enmudecieron como muestra de respeto, salvo un espontáneo que gritó "no te olvidaremos", lo cual fue secundado por una tímida y breve salva de aplausos.

Se detuvieron a pocos centímetros de la hoya. La multitud los contemplo expectante. El anciano levanto lentamente la tapa de la cajita de madera y alzó la bandeja para que pudiera ser contemplada por los que allí se reunían. Todos lo reconocieron al instante. Se trataba de una cajetilla de Winston americano genuino, el del águila; de papel, no de cartón. El ayudante sostuvo la bandeja mientras la tapa era restituida, para luego tomar la caja en sus manos. Se postró ante la pequeña hendidura del suelo y acomodó el féretro en su interior. Hubo sollozos, pero fueron acallados por los firmes aplausos de despedida que ahora sí, eran incontenibles.

El anciano lagrimeaba, agradecido, emocionado. Dos paladas de tierra fueron suficientes para cubrirlo. Luego colocaron encima dos coronas de flores. En una se leía "Las autoridades sanitarias perjudican seriamente la salud". La otra rezaba "Gracias, tabaco, los fumadores no te olvidan"