Sin consenso
Digamos que aquel viernes era martes
y el tiempo trascurría sin consenso.
Yo estaba poco menos que indefenso
expuesto a tus malditas malas artes.
Le dije a ese panoli de Descartes
que tú ya ni me existes ni te pienso
y en cambio en este mundo tan inmenso
veía tu semblante en todas partes.
Después de un exorcismo a tu fantasma
y un par de inhalaciones contra el asma
llamaste de repente al interfono.
Trajiste una disculpa de rehén
y yo, tras masticarla un santiamén
te dije: no hay perdón, mas te perdono.
Nini
Ni fármacos malditos ni exóticos venenos,
ni sol por Antequera ni luna de París,
ni tú me has olvidado ni yo te echo de menos,
ni me has tocado palmas ni te he cantado un bis.
Ni estómagos vacíos ni vasos medio llenos,
ni albergas alma blanca ni yo materia gris,
ni fuimos tan malvados ni vamos a ser buenos,
ni pierdo yo a las damas ni ganas tú al parchís.
Ni príncipe cobarde ni altiva Cenicienta,
ni das explicaciones ni yo las pongo en venta,
ni el chiste tiene gracia ni voy a hacer un drama.
Ni vamos de rositas ni estamos malheridos,
los ánimos de lucro los damos por perdidos
que luego, si andas sola, terminas en mi cama.
¿Quién?
¿Quién
late en mi ventrículo a dos voces?
¿Quién viene a desnudarme del invierno?
¿Quién rima con mi nombre en un cuaderno?
¿Quién doma al por mayor lobos feroces?
¿Quién coño se encariña con dos roces?
¿Quién manda los decálogos al cuerno?
¿Quién muere en el deseo subalterno
de huir tirando al mar dos albornoces?
¿Quién busca tres sandalias para un gato?
¿Quién baila con el juez por desacato?
¿Quién pierde por deporte los tranvías?
¿Quién osa despertarme con su boca?
¿Quién niega airadamente no estar loca?
¿Quién cree en el amor en estos días?
Cuando llegue el invierno
Cuando llegue el invierno tú serás primavera,
y los soles, desnudos, rendirán pleitesía
a la gélida envidia de un vulgar "todavía"
en las ciegas pupilas de una flor traicionera.
Cuando llegue el invierno tú serás la primera
que amanezca en las noches de mirada sombría,
germinando las lunas de cualquier mediodía
y las nieves celosas que nos miran afuera.
Cuando llegue el invierno tú serás mi jardín,
besarás mis semillas de ventisca sin fin
que henchirán los estambres de tu alado estandarte.
Cuando llegue el invierno morirá el calendario,
quemaré mis abrigos, pintaré el vecindario
y haré hueco en mi cama por si vas a quedarte.
¿Qué esperabas?
¡Qué esperabas de un zoquete como yo,
tan ingenuo, tan estándar y tan bruto,
que no escribe con soltura ni la o
con el simple mecanismo de un canuto!
¡Qué esperabas de un incauto que pasó,
en el trance despiadado de un minuto,
a colgarse de un maldito sí o no,
que es un árbol que ni crece ni da fruto!
¡Qué esperabas de un sombrío funcionario
que se escapa de su hastío rutinario
deshojando margaritas a las bravas!
¡Qué esperabas de un adicto pretendiente
si no paras de seguirle la corriente
y te mira cautivado! ¡Qué esperabas!