El árbol
─Entonces ¿no me vas a apoyar? ─preguntó nerviosa, mientras servía pienso a su chihuahua, que no paraba de orbitar a su alrededor.
─Cariño, ese árbol lleva ahí toda la vida. A la gente le
encanta detenerse bajo su sombra en verano. ¿por qué quieres quitarles
eso? ─
respondió su marido intentando fotografiar a Neo comiendo para su cuenta de
Instagram. Neo enseñó los dientes.
─Claro, como tu no recoges las florecitas que suelta, todo
te da igual─
respondió airada, llenando el cuenco del agua.
─Intento que no me suba la tensión, cariño. Y deberías
hacer lo mismo. ¿Qué más da que suelte florecitas? Son bonitas, no es
imprescindible recogerlas. Al menos no es para talar el árbol.
Neo volvió a enseñar los dientes.
─ ¡Estoy harta de que me minimices! ¡Estoy harta de que me
recuerdes el peso y la tensión! ¡Estoy harta de tu calma tan desesperante! ¡Y
estoy harta de florecitas! ─ gritó.
Puso de un golpe el cuenco en el suelo, derramando parte, y
asustando a Neo, que le asestó un mordisco. Se echó la mano al pecho, soltó un
estertor y se desplomó.
─ ¿Ves? Ahora tengo que recogerte a ti y no monto un drama.
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