La cita
—¿De qué delito se me acusa, señor agente?— preguntó con seguridad por detrás de su preciosa sonrisa y de su inapelable atractivo.
—Hace en torno a diez meses que su vehículo tenía que pasar la inspección técnica. Circula usted montada sobre una reliquia y lo mínimo sería que la mantuviera en regla— respondió el policía, levantando las cejas y haciendo honor a la sonrisa recibida con la más seductora que consiguió sacar. Era difícil que los ojos no se fueran hacia el tatuaje en forma de flecha que asomaba señalando hacia abajo entre sus senos
—Verá, agente. Soy una chica muy mala. Una asesina en serie y siempre tengo el maletero lleno de cadáveres, por eso nunca lo llevo a la inspección. ¿Me va a detener?— dijo arrastrando las últimas sílabas y coqueteando descaradamente.
—Si me da su número de teléfono, esta misma noche le pongo las esposas.—
El agente anotó el número en su celular y realizó una llamada para asegurarse de que no le estaba dando uno falso.
La chica prosiguió su camino hasta el contenedor más próximo. Abrió el maletero y depósito varias bolsas de basura con restos humanos. Se limpió las manos con una toallita húmeda y se dirigió a su hogar para prepararla cita nocturna.
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