miércoles, abril 28, 2021

Asesinato múltiple

 - Está usted acusado de asesinar a sangre fría a doce personas en su propio domicilio - espetó el adusto juez. Levantó un segundo los ojos del folio para echar una breve ojeada al reo e inquirió - ¿Cómo se declara?

Aquilino Centón, de 56 años, natural de Madrid y albañil de profesión, separado y con dos hijos de 27 y 30 años, miro con hastío al magistrado y respondió:

- Harto, señoría. Harto


El día de los hechos Aquilino había tenido que levantar losa a losa el suelo de un patio porque la señora de la casa le parecía, una vez puesto en paralelo, que en escuadra iba a quedar mucho mejor. Hombre poco dado a la discusión, tuvo que alterarse al hacerle ver a su pagadora que tendría que cobrarle la mano de obra por levantar y recolocar las losas, dado que el presupuesto incluía la colocación de un suelo, una vez. No dos. Fueron siete horas de taladrante voz horadando sus oídos. Llegó a sentir como su encéfalo temblaba como un flan ante cada onda sonora que emitía doña Emilia, y fueron muchas.

Cansado y aturdido, caminó hasta su casa portando la fiambrera del almuerzo. Antes de subir, se detuvo en el bar de la esquina, La Galerna, a tomar un café. Era martes de Champions y el Madrid jugaba aquella tarde con el Chelsea las semifinales. Cuando sus hijos eran pequeños solían ver los partidos allí. Les gustaba el ambiente que se creaba, sano y familiar. Con el tiempo, el bullicio fue pasando a jaleo y bronca. Los malos modos les incomodaban y se refugiaron en el confort y sosiego que Movistar les daba en su salón. Sus hijos estaban ahora en el extranjero y lo que más le apetecía en aquel momento era ducharse, empijamarse y disfrutar del partido cenando algo ligero. Algo cercano al paraíso

- De ésta no pasáis, jajajaja - le gritó por detrás Chano, su vecino de arriba, cubriendo sus 125 kg. con una camiseta del Chelsea en la que el nombre de Fernando Torres y el 9 estaban a punto de reventar. Chano, colchonero, fontanero y torturador profesional, disfrutaba el espíritu deportivo con el mal ajeno más que con el beneficio propio. - Te voy a meter la vuvuzela por el culo con cada gol que os marquen y voy a soplar hasta que te atragantes con tu mierda, jajajajajajajajajaja - pronosticó con cariño.

- Bueno, pero si nos eliminan habremos llegado más lejos que vosotros - replicó Aquilino sin mucha convicción.

Se libró de Chano como pudo y subió con parsimonia la escalera. Su piso era modesto y pequeño y la vida en soledad lo hacía un poco descuidado. Se duchó tranquilamente y se puso el cálido pijama de franela. Encendió la televisión. El canal Liga Champions ya estaba en la previa y siguió con atención los comentarios de Álvaro Benito y Jorge Valdano mientras preparaba una tortilla francesa. La vuvuzela de Chano asomó por la terraza desde el piso superior, amenazadora, y bramó unos segundos. Se acomodó en el sofá justo antes del saque de centro, con el plato y una cerveza de lata. Simultáneamente al primer toque de balón de Benzema, sonó el timbre. Como no esperaba a nadie, se quedó un momento mirando hacia la puerta con extrañeza. El timbre volvió a sonar, por lo que dejó lo que tenía en las manos y abrió.

- Espero que no te importe que vengamos a ver el partido, cuñado. - dijo el marido de su hermana mientras pasaba de largo en dirección al salón.

- Aquilino, te noto muy desmejorado - le reprendió su hermana, Adelina. - Tienes que comer más. Estás todo el día trabajando y no puedes alimentarte con tentempiés, necesitas comida caliente en condiciones, potajes, guisos... Deberías buscarte una nueva mujer. Todos sabemos lo que la querías pero ya han pasado 5 años desde que te separaste de Consuelo y no levantas cabeza. Y cualquier día de estos nos va a tocar ir a tu entierro por no cuidarte. 

Aquilino cerró la puerta resignado mientras su hermana planteaba el largo preámbulo de lo que se preveía un interminable monólogo. 

- ¡¡¡Qué rica la tortilla cuñado!!!! - gritó Manolo desde el salón.

- ¿Queréis tomar algo? - ofreció

Fue a la cocina a por una cerveza y una copita de moscatel, cuando Pulisic penetró en el área del Madrid ante la inoperancia de los defensores blancos, regateó a Courtois y marcó a placer. La vuvuzela de Chano bramó por la terraza, inagotable. Manolo, barcelonista confesó. gritó el gol con estruendo. Aquilino corrió al salón para ver la repetición, cuando sonó el timbre de nuevo. Abrió la puerta y se encontró cara a cara con un repartidor de Telepizza, cargado con cuatro cajas cuadradas. 

- 41,20 por favor - dijo el repartidor.

- Yo no he pedido esto.

- A ver... calle Pico Mampodre 5, 4º-D. Cuatro familiares. 41,20 €.- repitió el muchacho

- Sí, la dirección es esta, pero yo no lo he pedido. A mí no me gusta la pizza.- explicó Aquilino, que comenzaba a intranquilizarse

- Pues no se las coma, caballero, pero yo tengo que cobrarlas. 

- Aquilino, no vea el baño que os están pegando.- gritó Manolo desde el salón

- Seguro que a su amigo le gusta la pizza. 41,20€- 

Aquilino iba a comenzar a replicar cuando Adelina acudió a la puerta

- Qué buena idea, Aquilino. Ya es hora de que empieces a comer en condiciones. La pizza es muy nutritiva y tiene muchas calorías. Y la que sobre la guardas y la puedes comer mañana, y pasado, que a esto le das un calentón y está igual que recién hecha. Qué te vas a morir de la pena, Aquilino...

- Yo no he pedido estas pizzas y no las voy a pagar. Las habrán pedido los estudiantes de abajo. Ya ha pasado otras veces, se confunden con el piso y me las traen a mí. Baja y ya verás cómo son de ellos.- 

Una jugada combinativa del Chelsea terminó con un disparo de Azpilicueta, con un bramido de vuvuzela de Chano por la terraza y con un sonoro "Huy" de Manolo en el salón

- Caballero, yo no voy a llamar a todas las puertas del bloque a ver quien se queda las pizzas. A mí me han dado esta dirección y no me voy hasta cobrarlas, que luego las tengo que pagar yo.

Se oyeron pasos subiendo por la escalera. Y voces. Voces desagradablemente conocidas

- Y si se cree que porque son mayores se puede desentender va listo. Son sus hijos y debería caérsele la cara de vergüenza de que tengan que pedir un préstamo...

- Por supuesto, Consuelo, yo te apoyo...

Consuelo y Ernesto, su nueva pareja alcanzaron el cuarto piso y se vieron recibidos por Aquilino, Adelina y el repartidor. 

- Y pocas pizzas van a ser, caballero. 41,20€.

Toni Kroos culminó un contraataque del Real Madrid con un disparo desde fuera del área que salió desviado. 

- ¿Qué haces aquí, Consuelo? - preguntó Aquilino completamente confundido.

- ¿Que qué hago? ¿Acaso tú has hablado con Jaime últimamente? 

- Ayer, Consuelo. Estuvimos media hora hablando- respondió Aquilino

- No hagas caso de esta víbora que no tiene ningún derecho a venir aquí a mortificarte, y menos acompañada del fantoche de su novio. Bien que te puso los cuernos cuando le dio la gana mientras tu no te dabas cuenta, que eres muy inocente, Aquilino, que te lo vengo diciendo desde que éramos niños...

- Miren a mí no me metan en marrones familiares. Yo sólo quiero cobrar las pizzas...

- Adelina, te vas a tragar las pizzas con caja y todo.- advirtió Consuelo

- Y fantoche lo será usted, señora.- se defendió Ernesto a media voz

- Voy a bajar a preguntar a los estudiantes si las pizzas son suyas. - resolvió Aquilino, que no sabía como salir se allí.

Bajó la escalera y llamó al timbre en el 3ºD. Oyó desde dentro voces que gritaban "las pizzas". Luego de una inexplicable espera, abrió la puerta un semi mocoso de unos veinte años, despeinado, con barba y granos.

- ¿Qué quiere?

- ¿Vosotros habéis pedido unas pizzas?

- Sí... ¿qué ha hecho con ellas? 

- Hijo, yo no he hecho nada. Pero habréis dado mal la dirección y el repartidor me las ha subido a mí, y se niega a bajar a una dirección distinta de la que le han dado.- explicó el hastiado albañil

- Ya, pero nosotros las hemos pedido a domicilio, no tenemos por qué subir a buscarlas - dijo el semi mocoso, desafiante.

- Las pizzas están arriba.

- Y nosotros abajo.

Se miraron unos instantes en silencio. Un centro de Marcelo lo remató de cabeza Militão y el servicio lo recogió Benzema quien, tras controlar, remató inapelable a la red. El gol tronó en el bloque, en el interior del piso de los estudiantes y en la televisión del piso superior. Aquilino corrió como pudo escalera arriba.

- Pero oiga... ¿quién nos baja las pizzas?

- O subís en cinco minutos a por ellas o las pago y me cago en las cuatro cajas - gritó Aquilino desde el cuarto

Su hermana, el repartidor, Consuelo y su novio, estaban enfrascados acerca de la dieta deplorable que seguía Aquilino y a lo mal alimentado que había estado durante el matrimonio. Pasó de largo y se dirigió al salón.

- ¿No tienes otra cerveza, cuñado?

Ya habían dado la repetición y el resultado de 1-1 ya aparecía en el marcador. Salió a la terraza y se asomó, mirando al piso de arriba.

- ¿Dónde tienes ahora la trompetita, Chano? -gritó.

De la vivienda superior salió un sordo "que te den". Volvió al interior

- Me tienes abandonado, Aquilino, si lo sé, no vengo a ver el partido contigo. - le dijo con cierto retintín Manolo desde la cocina. Había sacado la fiambrera con los garbanzos del almuerzo del día siguiente y se los estaba calentando al fuego. 

Entre el tumulto formado, sintió ganas de orinar y se dirigió al baño. Estaba cerrado. 

- Ocupadoooooooo. - dijo la reconocible voz del repartidor de pizzas. - Sí, el tipo dice que no son suyas y que vaya al piso de abajo, pero yo no me fío. - Hizo una pausa para el interlocutor - Yo creo que es una trola para que se las deje gratis, pero no va a colar. ¿Yo? En su wáter, cagando. Las tengo a mi lado, no las iba a dejar en la puerta...

Fue de nuevo hacia la puerta. Adelina y Consuelo casi llegaban a las manos.

- Tu hermano nunca ha sido un hombre en condiciones, ha sido un payaso que no me servía para nada - gritaba Consuelo moviendo frenéticamente las manos casi en la cara de su ex cuñada. Ernesto hacía el ademán de sujetarla por la cintura pero sin mucho empeño

- Mi hermano es un santo varón que no se merecía una buscona como tú, malnacida

Aquilino miró hacia la escalera, esperando ver subir a los estudiantes, pero nada. Se giró ante la pelea que mantenían su hermana y su ex mujer. Se giró de nuevo al interior, donde el aroma del cocido se mezclaba con el ruido de la cuchara en el plato

- Mmmmm, de muerte el cocido, cuñado. ¿Lo has hecho tú?

Se oyó la cisterna del water y el repartidor salió del aseo sujetando las cuatro cajas de pizza con una mano y terminando de abrocharse el cinturón con la otra. 

- Que he pensado que como es tarde, y las pizzas se van a enfriar, ¿por qué no las pagamos entre todos y vamos cenando?

Unos pasos subiendo la escalera y una taladrante y familiar voz que perforaba sus oídos terminaron por derrumbar a Aquilino

- Eso te pasa por contratar a cualquiera sin referencias.- reñía doña Emilia a su marido.

- ¡¡¡Doña Emilia!!¿Qué hacen ustedes aquí? - balbuceó el incrédulo albañil.

- En primer lugar, venimos a traerle "esto" - sostenía con dos dedos un palustre con restos de cemento como si estuviera infectado - que se ha dejado en mi baño. Y por otro lado, mi marido y yo estamos muy descontentos con el sobrecoste que pretende cobrarnos, ya que de ningún modo somos responsables de que haya colocado mal el suelo

- ¡¡Pero es que no estaba mal colocado!!¡¡Usted me lo pidió así y cuando lo vio puesto, cambió de idea!! - replicó

- No tendrá usted una ruedecita de esas metálicas para cortar las pizzas - interrumpió el repartidor.

- ¡¡Un inútil. Tu hermano lo que es, es un inútil!! ¡¡¡Si ni siquiera los niños son suyos!!! - gritó Consuelo justo cuando se hacía un silencio

Aquilino se orinó encima. Miró sucesivamente a unos y a otros, que se habían quedado mudos. Miro al repartidor y le dijo:

- Claro que sí, hijo, tengo una cortapizza en la cocina. Voy a por él.

Fue hasta la cocina con paso lento y rebuscó en el cajón de los cubiertos. Se quedó mirando el corta pizza unos instantes. Un remate de Timo Werner casi termina en gol de no ser por Courtois. La vuvuzela de Chano asomó y atronó una vez más en la terraza

De repente, Aquilino corrió hasta allí y tiró con fuerza de la trompeta. Chano, que no esperaba semejante tirón, perdió el equilibrio y cargó sus 125 kilos sobre el barandal, quebrándolo y precipitándose junto con Fernando Torres hacia la calle.

Aquilino entró con rabia en el salón. Su cuñado se aproximaba a él, sobresaltado al ver caer un cuerpo por la terraza. De un golpe seco desgarró con el cortapizza la carótida de Manolo, que pasó a convertirse en un aspersor de sangre. En ese momento entraba el repartidor.

- Déjelo, al final la estamos partiendo con las manos. Salimos a seis euros por cabeza. Bueno, lo que sobra es mi propina. Pero ¿qué hace, loco?

Asestó un certero golpe con el corta pizza sobre el esternón del muchacho y le desgarró el tórax hasta el ombligo, dejándolo de rodillas y sosteniéndose con ambas manos las vísceras que se le desparramaban.

En el rellano, doña Emilia, su marido, Adelina, Consuelo y Ernesto se repartían la segunda y tercera pizza mientras comentaban lo desaseado que estaba el piso de Aquilino. Este, empuñó con la derecha el palustre que doña Emilia había dejado en el recibidor y se lo hundió en el pecho provocando que escupiera el bocado de pizza que masticaba. 

- El-sue-lo es-ta-ba bien pues-to - dijo marcando cada sílaba con retintín

Con la mano izquierda y el corta pizza, sesgó la garganta de su marido. Un chorro de sangre cayó en la pizza de Adelina.

- Aquilino, ten más cuidado, hombre, que casi me manchas el vestido. ¿No ves que la sangre es muy difícil de quitar si no le pones agua oxigenada de inmediato? Y tu seguro que no tienes ni agua oxigenada ni botiquín, con lo desastroso que eres porque...

- Y tú, de-ja-de-de-cir-me-lo-que-ten-go-que-ha-cer - silabeó simultaneando con cada estocada de palustre en el abdomen de su hermana.

Consuelo dio un paso atrás, horrorizada por lo que estaba ocurriendo. Ernesto, en un acto de valentía, se ocultó tras ella. Sin embargo, cuando Aquilino la encaró, la ex esposa sacó toda su rabia

- Mierda, que eres un mierda. No tienes cojones de hacerme nada. Y ahora mismo nos vamos a comisaría como testigos de lo que has hecho, gilipollas. Vas a pudrirte en la cár...

De un golpe seco, como los que se dan sobre el ladrillo para quebrarlo y darle forma, Aquilino abrió con el palustre el cráneo de Consuelo, que cayó desplomada. 

- Me da igual que los niños no sean míos. Yo los he criado y los quiero como si lo fueran. 

Hundió el palustre en el ojo de Ernesto hasta dejarlo encajado. Arrancó la tapa de una de las cajas de pizza y se acercó a Consuelo.

- ¿Y sabes qué? Que nunca lo van a saber porque ya nadie podrá decírselo.

Dobló la tapa de cartón hasta tenerla completamente enrollada y se la metió en la boca a su exmujer.

Unos pasos en la escalera, delataron otra presencia más.

- Tíos, se están comiendo nuestras pizzas. - gritó el semi mocoso a sus tres compañeros, descolgando medio cuerpo por la baranda de la escalera. 

Aquilino se encargó del otro medio, precipitándose el cuerpo por el hueco hasta oírse el impacto en la planta baja. Luego, el albañil corrió ágilmente escaleras abajo ante la estampida de los otros tres, llegando a tiempo de meter su pie izquierdo como cuña antes de que cerraran la puerta. Terminó el trabajo y regresó lentamente a su domicilio. Esquivó el reguero de cadáveres y entró en el piso. El partido estaba en el descanso. Saboreó lentamente un trozo de pizza y volvió a meterse en la ducha, con pijama y todo. A la salida, varios agentes de policía le apuntaban con sus armas reglamentarias para conducirle a dependencias judiciales.


- Todos estamos hartos y no vamos por ahí cargándonos gente.- respondió el juez, con desgana.

- Yo sólo quería ver el partido tranquilamente, en la paz del hogar y olvidar por un momento que el mundo se va a la mierda. ¿Por qué la gente tiene que venir a tu casa a recordártelo? -  y tras una pausa, preguntó al juez - Por cierto, ¿cómo ha quedado el partido?

- Han empatado

- Mierda


Al día siguiente, El País publicó la noticia. Asesinato múltiple en Vallecas. Un hombre de mediana edad asesinó a 12 personas en su propio domicilio. Según los vecinos, el hombre vivía solo desde que se divorció hace ya cinco años. Apuntan a la soledad como la causa de su carácter poco sociable y de la violencia desatada






miércoles, abril 21, 2021

Los últimos días del Conde Drácula

Yo que nunca pude verme reflejado en un espejo,

yo que el alioli en mi vida lo había podido probar,

yo, que al beber sangre conseguía

por nunca jamás ponerme viejo

lo he perdido todo desde el día

en que te tire los tejos


Ahora peino canas y me crujen levemente los meniscos

y eso que mantengo esta abstinencia desde algo menos de un mes

porque te pones ciega ira

hecha totalmente un basilisco

si te pido que te hagas vampira

y poder darte un mordisco


Y beberte

y burlarnos de la muerte

que la sangre nos convierte

en leyendas inmortales

Es tan bello

que dos marcas en el cuello

nos conviertan en iguales.


Yo que procuraba no acercarme por una carpintería

porque las estacas en el pecho me caían bastante mal

Yo que andaba en ambientes nocturnos

y en las más oscuras compañías

Hoy, cuando hago la compra de turno, 

normalmente voy al Día


Hoy que algo me falta y tal vez este pasando un bache

Hoy echo de menos las sangrías que me daban el poder

pero por amor he decidido, 

serle siempre fiel a tu rH

y ahora las sangrías que me pido

sólo hacen que me emborrache


Y beberte

Y burlarnos de la muerte

que la sangre nos convierte

en leyendas inmortales

Es tan bello

que dos marcas en el cuello

nos conviertan en iguales


Yo que nunca pude mirar una cruz sin anestesia

yo que bronceado en la piscina, nunca me pude poner

me han tomado medidas del traje

para nuestra boda por la iglesia

y nos marcharemos de viaje

con rumbo a la Polinesia


Y aunque poco a poco cada vez tuviera menos energías

porque de tus venas te negabas a que pudiera beber

pude, de una vez calmar mi hambre

cuando a tener sexo te oponías,

porque estabas manchada de sangre

por estar en esos días


Y beberte

y burlarnos de la muerte

que la sangre nos convierte

en leyendas inmortales

Es tan bello

que dos marcas en el cuello

nos conviertan en iguales