A la luz de una vela
Donde una vela agoniza
y hay un beso en la penumbra,
la pupila se acostumbra
y la epidermis se eriza.
En la arena movediza
que engulle lo irrelevante
se ha abierto un interrogante
de cuerpos que se entrelazan,
de lenguas que se amordazan
tan solo por un instante
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