lunes, agosto 28, 2017

La noche que conocí a Scarlett Johansson

La noche que conocí a Scarlett Johansson

- !!Esto es lo que buscaba!!! ¡Esto es lo que me gusta!!!

La pequeña tiraba del brazo de su padre mientras lo arrastraba señalando el expositor de la tienda

Caminaban esquivando viajeros por la terminal unos pasos por delante de nosotros que, por el contrario, avanzábamos en línea recta. Una silla de ruedas en la muchedumbre tiene el mismo efecto que Moisés separando las aguas del mar Rojo.

El anciano era hombre de pocas palabras y su estado de salud no era preocupante por lo que auguraba un viaje no demasiado complicado. Corría 2007 y era mi primera vez. Iba a estrenarme a lo grande. Un padre divorciado y con hijos tiene demasiadas estrecheces económicas como para rechazar una oportunidad como esta. Mi amigo Ángel solía encargarse de estos traslados internacionales y estaban bien pagados pero en aquella ocasión le había coincidido con otra actividad. Carla, italiana. Se trataba, por tanto, de recoger al paciente en la MAPFRE de Barcelona y embarcar en un vuelo de American Airlines hasta Nueva York, donde nos recibiría la familia.

Así que allí estábamos en El Prat a punto de subir al avión.

Antes de embarcar me aseguré que el anciano se encontrara cómodo. Llevaba una manta de viaje sobre las piernas y la temperatura era algo calurosa. Sin embargo, el Justino prefirió mantenerla y agradeció con una sonrisa.
La pequeña y su padre entraban delante de nosotros. Ella intentaba contar una historia de hadas y unicornios a su padre que, disimuladamente, se encontraba hipnotizado con la rubia que aguardaba delante de ellos. Una chica de unos 20 años con vaqueros y camiseta ajustados, mochila y gorra de béisbol recogiendo la melena en una cola de caballo. La niña tiraba de la mano de su padre intentando sacarlo del encantamiento sin éxito.

En diez minutos nos encontrábamos en nuestros asientos de primera clase. Acomodé a Justino con varios almohadones y comprobé discretamente que la bolsa colectora de la sonda urinaria no estaba demasiado llena. Bebió agua de su botellín y le limpié la baba con un pañuelo de papel.

La rubia de la cola tenía su asiento justo al lado de nosotros. Era particularmente llamativa por sus curvas, por lo ajustado de su ropa y por la blancura de su piel. Incluso en el interior del avión mantenía las gafas de sol y la gorra. Se hacía raro ver a una chica tan joven y desenfadada en primera clase, donde la mayoría de los viajeros parecían ejecutivos o jubilados de alto standing.

Saludó al sentarse y sentí como nos observaba mientras terminaba de acomodar a Justino, lo cual me turbó ligeramente. Cuando por fin me senté, ella ya estaba en posición fetal abstraída con los auriculares y su mp3.

El avión despegó y nos dispusimos a afrontar las casi nueve horas de viaje que teníamos por delante.

Emitían Hitch en versión original e intenté concentrarme en la comedia. Sin embargo no podía evitar distraerme con el canturreo de la rubia.


Summertime,
And the livin' is easy
Fish are jumpin'
And the cotton is high

Tenía una bonita y dulce voz, aunque algo grave para lo que se podía esperar. Cuando imitó a Juanes (me enamora, que me hables con tu boca me enamora) mostró un gracioso acento inglés americano que no le impedía pronunciar correctamente. La miré y sonreí al escucharla y debió coincidir con un momento de apertura de ojos porque sonrió también desde detrás de sus gafas de sol. Su sonrisa era deliciosa.

Intenté concentrarme de nuevo en las clases de seducción de Will Smith, y pensé que no me vendrían mal un par de consejos en aquel momento.
Pedí que le sirvieran la cena a Justino, en primer lugar, para luego poder cenar yo tranquilamente. La aseguradora se había encargado de reservar una dieta hipocalórica para él por su diabetes y hay que decir que el pescado hervido con judías verdes no tenía mala pinta. Pacientemente fui acercando a su boca los pequeños trozos de pescado y verdura dando tiempo a que los masticara. Cuando acabó revisé la bolsa colectora. Estaba casi llena, así que cubrí con una sábana sus piernas y procedí al cambio discretamente. Pedí mi cena y fui al cuarto de baño a vaciar y tirar la bolsa.
Cuando regresé la rubia estaba empezando a cenar y justo en ese momento me sirvieron el primer plato, crema de puerros.

- Enjoy the dinner – dijo la rubia justo en la primera cucharada.
- Thanks, also – respondí, con una tímida sonrisa
- ¿Es su padre? - preguntó en un aceptable castellano
- Señorita, si no me tutea prometo lanzarme del avión en pleno vuelo y sin paracaídas y mi paciente hará sólo el resto de la travesía. No creo que quiera llevar ese peso sobre su conciencia.

Sonrió y bajó sus gafas de sol mirándome de reojo. Acabó por quitárselas, las guardó en su mochila y me tendió la mano derecha.
- Me llamo Escarlata De Juan, mucho gusto – se presentó
- Y yo me llamo Juan sin Escarlata. Es un complementario placer – dije estrechando su mano - ¿Eres cantante?
Ella rio.
- Digamos que voy a tener la oportunidad de intentarlo ¿Lo hago bien?
- Compraré tu CD sin dudarlo – dije procurando, sin éxito, no babear en exceso.
- Aún no hay CD pero me alegra saber que tendré un fan. ¿Entonces el señor es tu paciente? Le tratas con mucho cariño.
Le expliqué en qué consistía mi misión con Justino y a qué me dedicaba en realidad. Recliné su asiento y lo acomodé para dormir. En el aseo cepillé la dentadura postiza y la puse en un bote con tapón de rosca y colutorio. Regresé al asiento y me acomodé.
Escarlata escuchaba música de nuevo, acurrucada en su asiento. Al verme llegar se incorporó y se quitó los auriculares.
- ¿Visitaste España por turismo? - pregunté
Ella apartó un momento la mirada y luego respondió
- He estado haciendo un trabajo en Barcelona. Ya ha terminado
- ¿Un trabajo musical? - insistí –
-No – y bajó mirada como avergonzada – Aún no me dedico a la música. Tengo otras actividades -


Hizo una pausa en la que entendí que no quería hablar mucho de ella. Luego preguntó.
- ¿Tienes hijos?
Asentí y, antes de poder hablar interrumpió
- Pero no llevas anillo….


Le expliqué mi situación y estuve un buen rato hablando de mis hijos. Lejos de aburrirla parecía entusiasmada. Rió con “El increíble caso de los niños voladores” y con “La Natividad según mi familia”
- Alguna vez me gustaría ser madre – dijo, melancólica
- Tienes todo el tiempo del mundo
- No lo se. Espero encontrar a alguien a quien le brillen los ojos como a ti al hablar de sus hijos – respondió, ya con los ojos medio cerrados


Emitían ahora Big Fish.
- Me encanta Tim Burton – le dije
- ¿Te gusta el cine? - preguntó
- Mucho. Veo todo lo que puedo – respondí
Me miró fijamente.


- No creo que veas tanto cine como dices – replicó sonriendo, volviendo la mirada hacia su pantalla, y añadió – Ewan es un buen tipo.
- Sí he visto varias películas suyas – respondí
- Ya, pero no creo que hayas visto The Island.
- Sí, sí, la he visto. No está mal.


Me miró incrédula y negó con la cabeza


- No puedo creer que hayas visto The island


Y se volvió de nuevo hacia la pantalla. Quedé un poco perplejo pero no quise preguntar. Ella volvió a mirarme con cara de asombro.


- Voy a dormir un rato – dijo, acurrucándose – Espero que puedas dormir. Hasta mañana.


Quedé algo extrañado por su reacción pero recliné mi asiento. Justino dormía plácidamente y la bolsa colectora de su sonda estaba a un tercio de su capacidad. Cerré los ojos y me dispuse a echar una cabezada. Ayudé a Justino a cambiar de postura aprovechando un par de ocasiones en las que despertó. Escarlata dormía plácidamente. Emitían un documental acerca del origen de los apellidos. Se podían clasificar, la mayoría, en patronímicos, que eran los que procedían de un nombre propio, (a veces con un sufijo que significa “hijo de” como -ez), toponímicos, procedentes de poblaciones o gentilicios, nombres comunes de la fauna, flora o paisaje del lugar de origen, profesionales, referidos a los oficios que se desempeñaban, o descriptivos, siendo estos calificativos o apodos.
No podía dormir y me quedé viéndolo. Era cierto, los apellidos españoles obedecían a esos patrones, Rodríguez hijo de Rodrigo, Fernández de Fernando, etc. Cada país tenía los suyos. El -escu de los rumanos, -ov de los búlgaros, -enko de los rusos, -ovski de los polacos, -ini de los italianos, -sen de los daneses, -sson de los suecos, -son de los ingleses y así con todos,
Por ejemplo, del nombre Juan, existen los Ivanov, Johnson, Jonsen, Ionesci, Yiannopoulos, Johansson, Yanovski, Giannakis, Giannini. Lo curioso era que en España el apellido Juánez era poco común.
Algo más común era De Juan.
Miré a Escarlata. Había dicho que Ewan McGregor era buen tipo. Se asombró de que hubiera visto The Island.
Johansson.
Scarlett.
- Soy imbécil – pensé.
La convicción de que este tipo de cosas a mí no me pasan había eliminado de mi cerebro la idea de que Escarlata pudiera parecerse a Scarlett. La miré de nuevo. Dormía con la misma dulzura que Charlotte en Lost in traslation.


No pude pegar el resto del viaje. Justino despertó y fui al aseo a vaciar su bolsa colectora. Al regresar, Scarlett ya estaba despierta.


- Buenos días – sonrió.
- Buenos días – respondí, y me senté si dejar de mirarla.
-¿Qué me miras?¿Tengo marcas en la cara? - dijo, alisándose la piel del rostro con energía mientras reía.
- Sé quién eres – respondí
- ¿Ah, sí? ¿Quién soy? - me retó con una coqueta sonrisa
- Eres Charlotte, Griette, Meg, Nola, Jordan Dos Delta, Sarah… - dije, enumerando sus principales personajes.
- Y Cristina – añadió – Vengo de rodar en Barcelona con Woody Allen.
- Estuviste genial en Match Point. Bueno, ¡¡¡estás genial siempre!!! -


Me sentía patético, babeando delante de aquella muchacha como un fanático y, sin embargo, tenía la convicción de que merecía cada una de mis babas.


- ¿Cómo es que viajas sola? - pregunté, mientras servían el desayuno.
- Afortunadamente no soy tan famosa. Si visto como me gusta, paso desapercibida y puedo permitirme huir de los focos. Ser normal – explicó.


Seguimos hablando animadamente en tanto ayudaba a Justino con su desayuno e incluso me ayudó a acomodarlo para el aterrizaje.
- Ha sido un placer conocerte, aunque tú a mí no me conocieras – dijo con una cómica mueca, alzando una ceja.
- Me encanta ese gesto – dije – Para mí no ha sido un placer. Ha sido un sueño.
- Fíjate bien si vuelves a ver una película mía. Cuando haga este gesto será un saludo para ti – y me guiñó un ojo como despedida.


Así que, por mucho coraje que os dé, sabed que cuando Natasha Romanoff o Lucy han hecho ese gesto en la pantalla, me estaba saludando. Por eso, y por otras cosas que no cuento, ella es mi Scarlett