San Imprudencio de Asís
San Imprudencio de Asís
Hoy, 21 de marzo, además de la entrada de la primavera y de
otras onomásticas, se celebra la del injustamente desconocido y nunca bien
valorado San Imprudencio de Asís.
Imprudenzio Malato di
la Testa, nació en Asís, en la Umbría italiana, en 1192, en el seno de una
familia humilde. Su padre, Spaesato, era un desafortunado carrero que solía
hacer portes para Giacomo di Pietro, un rico mercader. El hijo de di Pietro,
Giovanni, fue Francisco de Asís, fundador de la orden Franciscana. Spaesato era
conocido por su pésima orientación, lo cual en varias ocasiones provocó las
reprimendas de su señor y, postreramente, su desaparición si más noticias en el
curso de un viaje a la Toscana
Imprudenzio, desde muy niño, se vio influido por Francisco
de Asís. A los 16 años quiso convertirse en el duodécimo discípulo del fundador
de la orden franciscana pero no fue aceptado, al negarse el aspirante a
desprenderse de unas alpargatas que le había regalado su padre antes de
desaparecer.
No dejándose apresar por el desaliento, acató de forma
voluntaria y sin ningún esfuerzo el voto de pobreza, dada su miserable
condición. Acostumbrado a la mendicidad, dedicó su vida a seguir, a cierta
distancia, a Francisco en su proceso evangelizador.
Fue a la edad de 33 años cuando la vida de Imprudenzio tuvo
un punto de inflexión. Impactado por la lectura del "Cántico de las
Criaturas" de Francisco de Asís, encontró un sentido a su existencia.
Frases como "Los animales son mis amigos y yo no me como a mis amigos"
calaron hondamente en su sensibilidad ya que, por mucho que se esforzaba, no
recordaba haber comido carne jamás y, por tanto, eso le convertía en el mayor
amigo de las bestias.
A partir de ahí se decidió a caminar sólo, consagrando su
vida a la defensa de los animales.
Son muchas las anécdotas que se conocen de su peregrinar y
que le valieron su santificación. Sin ir más lejos, su intervención en una
aldea lombarda en la que defendió a una jauría de lobos de los aldeanos, enfurecidos
por los estragos que estos causaban en sus rebaños. Imprudenzio se interpuso
entre la masa enfurecida y los lobos, los cuales se ensañaron con él a
dentelladas. Salvó milagrosamente la vida y ese fue el inicio de su fama.
Esencial fue su evangelización de los osos pardos en
Trentino, en los Alpes Italianos. Si bien ningún oso aprendió a rezar, tal y
como se afanaba en conseguir Imprudenzio, era notorio como dejaban de
masticarle los miembros cuando este entonaba el Ave María entre alaridos.
Firme defensor de la sanación de perros rabiosos mediante el
bautismo con agua bendita no pudo, sin embargo, llevar a cabo ninguna curación
ya que los mordiscos furibundos de los pobres animales enfermos siempre le
impedían completar el santo sacramento.
Pero, si cabe, el mayor milagro que se le conoce fue aquel
que tuvo lugar en Calabria el día de su muerte en 1241, a la edad de 49 años.
En aquella ocasión, encontrábase Imprudenzio maltrecho por los avatares de su
misión y, rodeado por una muchedumbre, clamaba que su oración haría que los
pajarillos se acercaran a él. Las gentes del lugar comenzaron a apedrearle y él,
voz en grito, recitó el Padrenuestro en latín. Justo al llegar al "Panem
nostrum quotidianum da nobis hodie" una piedra impactó en su sien,
quitándole la vida. En ese momento, una bandada de buitres leonados acudieron
al reclamo de su invocación y lo despedazaron a picotazos.
Aún hoy, en la Iglesia de Santa María del Carmen, en Santo
Stefano in Aspromonte, se conserva el dedo meñique incorrupto de San
Imprudenzio de Asís, injustamente desconocido y nunca bien valorado