La sexta parte
- Aquí tienen. Estas son las dos entradas y estos dos boletos de descuento válidos desde mañana lunes y durante dos semanas. Que disfruten de la película.
Ambos le devolvieron la sonrisa y se alejaron del mostrador abrazados, hacia la cola de las palomitas. Su psicoterapeuta tenía razón. Proyectar una actitud positiva hacia los demás suponía un mecanismo de retroalimentación. Le hacía sentirse mejor. Aquella pareja posiblemente olvidara de inmediato su paso por la caja para sumergirse en el mundo onírico de Leonardo di Caprio o, tal vez, para aprovechar la oscuridad y hacer prácticas de anatomía. Lo impotante era que ella había contribuido a hacerles sentirse un poco mejor con su amplia sonrisa y los clientes siempre le dejaban la suya de propina.
- Muchas gracias, señorita.
Un padre y su hija. La niña iba dando saltitos de emoción aferrada a la mano del hombre. Típica estampa de domingo. Posiblemente fuera un padre separado que iba a compartir un villano de mentirijillas con su hija antes de entregarla a la madre en el horario establecido. La cría se volvió hacia ella desde lejos y se despidió agitando la mano con fuerza. ¡Qué linda! Realmente aquel trabajo le estaba ayudando mucho. La cercanía con el público contribuía a superar sus problemas de relación con los demás, fomentaba el autocontrol y reforzaba las conductas positivas. Nada que ver con su anterior trabajo en aquella lúgubre oficina, archivando expedientes, sin nadie con quien relacionarse. No era de extrañar que pasado cierto tiempo, al verla tan triste y taciturna, los archivadores hubieran cobrado vida y comenzaran a hablarle, a interesarse por su vida. Los archivadores son buenos conversadores cuando se les conoce bien. Lástima que aquellos hubieran resultado ser demasiado manipuladores e inquisitivos. Y también que no respetaran su silencio cuando ella lo pedía y le impidieran concentrarse en su trabajo, con aquellas voces haciéndole run run en su cabeza. Por supuesto que el final no fue el que ella deseaba, pero los bomberos le aseguraron que ningún archivador había sufrido.
Como era de esperar, las tardes de domingo se hacían especialmente agotadoras. Mucho más cuando el verano comenzaba a ser un nostálgico recuerdo y el frío alentaba a pasar la tarde a cubierto. La pantalla de su ordenador mostraba que ya había atendido a 999 clientes y sintio cierta curiosidad por saber quien sería el número mil.
- Buenas tardes señorita
Ella le dedicó la mejor de sus sonrisas.
- Buenas tardes. Dígame, ¿que película le apetece ver?
Se trataba de un hombre pequeño, delgado y rubiundo. Miraba la cartelera por encima de sus diminutas gafas con cierto nerviosismo, recorriéndola de un lado a otro sin detenerse en ninguna en concreto.
- La verdad es que no lo se... estoy en duda
La cola llegaba ya hasta la puerta, a pesar del laberinto de cordones azules que intentaba optimizar el espacio en la antesala de las taquillas.
- Entiendo, no venía usted con ninguna idea fija. ¿Qué género le gusta más? ¿Acción, comedia, drama?
En cierto modo le encantaba que los clientes le dieran margen a colaborar. Lástima que en una tarde así, con tanta gente esperando, no fuera posible detenerse en cada uno de ellos como desearía
- No se, en realidad me da igual.
Los ojos del tipo seguían danzando de cartel en cartel, como si Pinto y Gorgorito tuvieran mucho que decir al respecto. Finalmente se fijaron en una de ellas.
- ¿De qué va "Wall Street 2"? - preguntó
Ella miró de reojo a los primeros de la fila que esperaba a la espalda del indeciso. Sus cabezas comenzaban a moverse de un lado a otro, intentando ver qué ocurría.
- ¡Ah! Buena película. Es la continuación de aquella que rodó Oliver Stone en 1987. Tiene muy buenas críticas - explicó
- Ya... bueno... no vi la primera. ¿Podría usted resumirme de que iba? - insistió el cliente
Durante unos instantes se quedó perpleja por la pregunta, dado que sus funciones no incluían la asesoría ni la crítica cinematográfica. Sin embargo, consideró que precisamente ese era uno de los alicientes que valoraba en su nuevo empleo.
- Trataba de un joven agente de bolsa que trataba de abrirse camino en el oscuro mundo de las finanzas sin abandonar sus valores éticos y morales- resumió como pudo.
- Ah.. interesante, si...
El hombrecillo volvió a perder sus ojos en la maraña de carteles. A todas luces, la trama no le había parecido en absoluto motivadora.
- ¿Y... Toy Story 3? ¿De qué trata? -
Los clientes que aguardaban su turno comezaban a impacientarse. Algunos murmuraban entre ellos, otros formulaban quejas en voz alta y la mayoría consultaban inquietos el reloj
- Toy Story 3 es la tercera entrega de una saga de animación de Walt Disney de mucho éxito. Es muy divertida. Yo la ví y me lo pasé en grande -
Intentó no perder la sonrisa, pero a esas alturas le suponía un verdadero esfuerzo.
- ¿Y podría resumirme las dos anteriores? - dijo el tipo, distraido.
- Perdone caballero, pero como comprenderá, hay personas esperando su turno... -
- Brevemente, por favor, si no le importa - insistió
La sonrisa desapareció sin dejar huella de haber existido jamás en aquellos labios. Por un instante, algo en su interior le dijo que la vocecilla del cliente le sonaba familiar, aunque no podía recordar...
- Ambas recrean el mundo secreto de los juguetes cuando nadie los ve. En la primera, un grupo de juguetes acoge a un carimático soldado interestelar que no tiene consciencia de si mismo, que se cree real, y que lidera el rescate de otro de los juguetes, un vaquero, que es el favorito del crío que es dueño de todos ellos. En la segunda, es el grupo de juguetes el que trata de rescatar al soldado interestelar que ha sido vendido por error en un mercadillo. Tanto una como otra reflejan profundos valores como la amistad, la lealtad y la valentía.
Miró fijamente al cliente, esperando que su seco relato hubiera despertado una luz, un brillo de interés, una llama de ilusión en aquel imbécil que le habían puesto delante. Por un instante se planteó la posibilidad de que aquel tipo hubiera sido contratado expresamente para hacerle la vida imposible. Una especie de complot. Y además, aquella voz le resulaba extrañamente familiar.
- Demasiado infantil para mi, creo ¿No le parece, señorita?
- No podría decirle, creo que es una película que disfrutan todos los públicos
Varios de los clientes de la cola le hicieron gestos ostensibles de desesperación.
- Si queréis pelar la pava quedad a la salida - gritó uno de ellos
Ella lo miró con una mirada gélida. El increpador deseó poder tragarse una a una sus palabras.
- A este lo archivo por la G de gilipollas - dijo para sí
El cliente tocapelotas seguía recorriendo los carteles con la mirada y ella decidió que había que cortar por lo sano
- ¡Es para hoy... ¿Tiene o no tiene claro qué película quiere ver?! - exclamó
- Sí, creo que ya se cual
- Pues dígame...
- Saw 6
- Mierda... - dijo ella, hundiendo el rostro entre las manos, sabedora de lo próximo que iba a oir
- ¿Podría resumirme las 5 anteriores?
La máquina expendedora de entradas la miró y le dijo:
- Lo sabía. Sabía que te lo iba a preguntar. Tienes que hacer algo con este tipo.
Claro. De eso le sonaba la voz. Era la misma voz del archivador. Y la de la máquina expendedora. Y la de su cabeza, esa que no le dejaba dormir a pesar de tomarse puntualmente la medicación. Miró al cliente con aire familiar y, muy detenidamente, enfatizando cada una de sus palabras le dijo:
- Todas van de lo mismo. Un hijo de puta tortura a su víctima hasta límites insospechados
- Y... ¿dónde se desarrollan? ¿En una casa abandonada, quizás?
Ella guiñó un ojo a la máquina expendedora de entradas y soltó una sonora carcajada. Volvió a mirar al tipo y respondió:
- Nooooooo... En los sótanos de un cine. Y, si me acompaña un momento, le muestro el lugar