El reloj, el cocodrilo y yo
Cuando nació mi primer hijo le regalé un cocodrilo de trapo. Lo llamamos Morfeo (al cocodrilo, al niño le pusimos Juan José) porque se dormía abrazado a él.
Mi hijo me regaló un reloj mágico, aunque él no lo sabe. Aquel prodigio marcaba horas que hasta entonces no habían existido, como la hora del biberón, la hora del baño, la del cambio de pañales, la de dormir... Había una hora para esterilizar los biberones y otra para triturar verduras. Había tantas y tan variadas horas que no teníamos tiempo de nada.
Cinco años más tarde, miro a Morfeo que aún sobrevive. Tiene un par de costuras rotas y está visiblemente descolorido. Me miro al espejo y veo que el reflejo es cinco años más viejo que yo. El reloj está intacto. Inexorable. El hijoputa.